¿Era el momento adecuado?, por Óscar Vidarte
¿Era el momento adecuado?, por Óscar Vidarte
Óscar Vidarte A.

El Congreso aprobó este mes la creación del distrito de en el departamento de Tacna, limítrofe con Chile. Si bien, de acuerdo con lo señalado por , parlamentaria tacneña, se trataba de un proyecto postergado por muchos años a raíz del proceso de delimitación marítima con Chile ante la Corte Internacional de Justicia, ¿era el momento adecuado para reafirmar nuestra posición respecto al sensible tema del mal llamado “triángulo terrestre”?

Hace nueve años, la creación de la Región de Arica y Parinacota por parte del Congreso chileno, señalando como frontera norte el paralelo a partir del Hito Nº 1, implicó una nota de protesta por parte de nuestro gobierno, lo cual ha sido replicado por Chile en esta ocasión.    

No queda duda de la fortaleza jurídica de la posición peruana a la luz del . Sin embargo, la toma de decisiones en materia de política exterior supone una serie de aspectos, de ahí que la medida adoptada por nuestro Congreso no puede dejar de considerar la complicada relación que Chile tiene con Bolivia. 

Así, mientras La Moneda está tratando de hacer frente a un resultado desfavorable ante La Haya y a una ofensiva diplomática boliviana que busca lograr respaldo internacional a su causa (como ya lo habría conseguido de países como Venezuela, Ecuador y Cuba), ¿el Perú debe provocar el inicio de una nueva escalada de tensiones con Chile? 

Se podría señalar que resulta un momento propicio para presionar a Chile, en tanto no solo se encuentra afectado por el diferendo con Bolivia, sino también por la necesidad de evitar mayores muestras de apoyo a favor de la demanda boliviana, siendo el Perú un país clave en este sentido. No obstante, implementar una política exterior con base en la amenaza sutil y en el aprovechamiento de una situación desfavorable para el vecino no puede generar en el mediano y largo plazo nada positivo. Además, es esperable que Chile no ceda, por lo que probablemente se dé un contexto difícil para la relación bilateral.

Es conveniente recordar que aún se requiere desarrollar una serie de cambios normativos para cerrar definitivamente todo lo relacionado con el diferendo marítimo. El escenario descrito no hará viable en ninguno de los dos países avanzar en este sentido. Desde un inicio nuestra diplomacia se planteó como prioridad culminar este proceso, pero al parecer ya no es así. Por ejemplo, la aprobación de la ley de comunicación internacional, el último pendiente peruano, no parece estar siendo impulsado por Torre Tagle como hace un tiempo atrás.

Por el contrario, aprovechando las dificultades existentes para la diplomacia chilena, el Perú podría haber intentado acercarse al vecino país del sur. Esto hubiera permitido terminar los cambios normativos requeridos e inscribir juntos en la ONU las coordenadas marítimas, además de intentar establecer los canales de diálogo para tratar el tema de la frontera terrestre (a no ser que Chile quiera comenzar un nuevo litigio con otro país vecino, lo cual no parece aconsejable en los próximos cinco años que durará el proceso con Bolivia).

Lamentablemente, un escenario propicio para la cooperación entre ambos países es dejado de lado al preferir una norma que favorece más bien el enfrentamiento y la no satisfacción de intereses fundamentales para nuestro país. Si tradicionalmente la importancia del Congreso en temas internacionales ha sido reducida, en este caso se convierte en un actor distorsionador de una relación.