El poder de la música, por Juan Diego Flórez
El poder de la música, por Juan Diego Flórez
Juan Diego Flórez

La música tiene la capacidad de transformar, de generar riqueza espiritual allí donde hay pobreza material, de empoderar y dar esperanza. Con esto en mente, hace cinco años, iniciamos el camino de Sinfonía por el Perú, un proyecto social que busca ser una respuesta de esperanza para miles de niños y niñas en situación de riesgo, previniendo la violencia a través de la música y proyectando a nuestros niños y jóvenes hacia un mejor futuro en una sociedad más noble y justa.

Luego de estos años (recorridos con ilusión y no pocas dificultades), con 13 núcleos de formación en el país, 3.500 familias beneficiadas, una escuela-taller de lutheria y muchas metas por cumplir, podemos afirmar, gracias a una rigurosa medición de impacto, que este sueño es una realidad. 

Como dijo Andrew Morrison, responsable de la División de Género y Diversidad del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en la presentación de los resultados de la Evaluación Experimental de Impacto realizada por Grade en el 2014, Sinfonía por el Perú es un proyecto encaminado a ser un programa modelo de acuerdo con los estándares internacionales en la lucha contra la violencia, en mejorar el rendimiento escolar y elevar la autoestima, convirtiéndose en una herramienta eficaz para mejorar el desempeño en la escuela, evitar el abandono escolar y ser también un instrumento de prevención de la violencia y la delincuencia.

¿Pero cuáles son estos resultados? ¿Cómo podemos afirmar con tanta seguridad que la música es capaz de lograr estos cambios?

Con una intervención de tan solo 16 meses en un caso y 19 en otro, Grade realizó, con el auspicio del Fondo Japonés del BID, la “consultoría para la elaboración del perfil de entrada, medición y análisis de indicadores de impacto y procesos, y cálculo de rentabilidad social del proyecto Sinfonía por el Perú: Música e Inclusión Social”. Los resultados fueron realmente asombrosos. 

Así, en intervenciones realizadas en Huánuco y Manchay, comprobamos que aquellos niños que participan en talleres musicales muestran un aumento de 30% en la percepción positiva sobre sí mismos y un incremento de 34% en el gusto por el trabajo en la escuela. Incluso, en los participantes menores de 12 años, se percibe un aumento en su capacidad para retener números. 

También hay evidencia de una mejoría en el comportamiento social, pues las expresiones de agresividad verbal y física se ven reducidas en 29%. Asimismo, los participantes muestran un incremento de 19% en la tenacidad para llevar a término sus acciones e ideas, y su personalidad creadora aumenta en 20%.

Por otro lado, las familias se sienten más orgullosas de sus hijos y la prevalencia de la violencia familiar (sobre todo en el padre) disminuye considerablemente. Al respecto, los resultados muestran una reducción en violencia psicológica de 46% y de violencia física en 26%.

Los indicadores incluso muestran una reducción de la prevalencia e intensidad del trabajo infantil en la época escolar y un incremento del rechazo al trabajo adolescente. Durante el período escolar, por ejemplo, el tiempo dedicado a labores que no aportan al desarrollo de los niños se ve reducido en un 100% para trabajos dentro del hogar y 21% para labores domésticas.

En otras palabras, todo aquello de lo que estaba convencido por mi propia experiencia con la música queda ahora evidenciado de manera irrefutable y científica por esta evaluación de impacto. 

En los últimos tiempos, me he enterado, a través de los medios de comunicación, de la creciente ola de violencia y delincuencia desatada en nuestro país a niveles realmente alarmantes y cómo la participación de adolescentes y hasta niños es cada vez mayor. 

Frente a esto pensaba cómo sería la historia si ellos hubiesen tenido la oportunidad de contar con una guía correcta, una ilusión, una meta… un violín, un pincel o un libro, pero, sobre todo, con atención y afecto. Como alguna vez dijo el maestro José Antonio Abreu citando a la madre Teresa de Calcuta: “Lo más terrible, lo más trágico de la pobreza no es la falta de pan o de techo, es el no ser nadie, el no existir para los demás, el ser olvidado”.  

En este sentido, el niño al sentirse parte de una orquesta o un coro se muestra con nobleza hacia su comunidad, es apreciado, felicitado, reconocido y descubre que, gracias a su esfuerzo y a los valores recibidos, puede lograr grandes objetivos. Así concibe un futuro distinto fuera de la delincuencia, la drogadicción o la prostitución. En el instrumento musical ese niño habrá encontrado a su mejor aliado, aquel que lo proyectará a él y a su familia a un mejor destino.

Ahora que vuelvo a mi patria en octubre invitado por el FMI y el Banco Mundial a participar de la Junta de Gobernadores y también para ofrecer un concierto en el Estadio Nacional a beneficio de Sinfonía por el Perú, siento renovadas fuerzas para seguir adelante con este proyecto.

Varios reconocimientos, como ser nombrado embajador de buena voluntad de la Unesco, los Crystal Awards por el World Economic Forum, el premio Esteban Campodónico y la postulación por el BID al Development Impact Honor (premio que otorga el Tesoro de EE.UU.), me demuestran que estamos haciendo bien las cosas.

Pero no estoy solo. Nada de esto sería posible sin el apoyo de la empresa privada, las empresas mineras, de energía, los gobiernos locales, organismos internacionales, fundaciones y personas naturales, así como del maravilloso equipo de profesionales, músicos y maestros que forman Sinfonía por el Perú.

Tenemos muchos proyectos, queremos seguir creciendo en favor de más niños peruanos. Esperamos que cada vez más empresas, organismos internacionales y el propio Estado se sumen a esta apuesta que ha demostrado tanto éxito en el cambio positivo para el futuro del país.

Seguimos adelante con nuestro sueño de lograr un país sembrado de orquestas y coros que lleven el inmenso poder transformador de la música a nuestros niños y niñas, especialmente a los que están en situación de riesgo y vulnerabilidad, para que tengan un mejor futuro, el mismo que hará que nuestro país sea un lugar con más justicia y equidad.