"Los indicios son positivos y no todo tiene que ir de maravilla para esperar progreso: basta con que vayan mejor". (Ilustración: Víctor Aguilar)
"Los indicios son positivos y no todo tiene que ir de maravilla para esperar progreso: basta con que vayan mejor". (Ilustración: Víctor Aguilar)
Miguel Palomino

En el último año hemos sido víctimas de tres fenómenos, en gran parte fuera del control del gobierno, que han llevado a que el Perú crezca menos de lo que debería esperar. Estos son: el legado del gobierno anterior, burocratizador y antiinversión privada, que tomará años para enmendar; los estragos de El Niño costero; y el Caso Lava Jato, complicado con las deficiencias de nuestro sistema de justicia y de “defensa del Estado”, empeorado también por el gobierno anterior. Pero hemos sido testigos también de una aparentemente inagotable fuente de invectivas, ataques y acusaciones sin fundamento entre el gobierno y la mayoría parlamentaria, sin importar quién los inició o por qué motivos. Esto también disminuyó el .

¿De qué depende el crecimiento futuro del país? En este período de gobierno dependerá en gran parte de si se logran revertir los problemas antes señalados. Los indicios son positivos y no todo tiene que ir de maravilla para esperar progreso: basta con que vayan mejor. Veamos.

El gobierno y la mayoría parlamentaria han iniciado un diálogo que el año pasado era inexistente. Es fundamental que este diálogo se mantenga; aunque haya desacuerdos en algunos temas, se mantendrá abierta la posibilidad de progreso en otros. Es muy poco probable que El Niño costero se repita. Se han relanzado dos de los grandes proyectos absurdamente paralizados: la línea 2 del metro y el aeropuerto Jorge Chávez. Muchos de los cambios regulatorios iniciados con las facultades delegadas recién empiezan a sentirse. Y el panorama internacional, siempre incierto, va mostrándose menos negativo (en lo económico), con una importante mejora en los precios de los metales, lo cual augura buenos vientos para los proyectos mineros que son fundamentales para retomar el crecimiento.

Falta aún mucho por hacer, pero en varios casos difícilmente el resultado será peor que el que vivimos el año pasado. Por ejemplo, el presidente ha presentado una propuesta de cambios al Consejo Nacional de la Magistratura. ¿Cuán probable es que el resultado sea peor que lo que se tenía? Se ha cambiado al contralor por una persona notoriamente mejor capacitada que su antecesor que ha iniciado lo que se espera sea una transformación de la contraloría. ¿Cuán probable es que el resultado sea más dañino para el Perú que lo que fue la contraloría de Alarcón? En cuanto a seguridad ciudadana se anuncia una prometedora estrategia de largo plazo. ¿Cuánto peor de lo que hemos vivido puede ser? El gasoducto del sur se volverá a licitar. ¿Puede ser peor licitado que lo que fue? Las APP vienen tomando fuerza, en parte asociadas a la inversión en la reconstrucción. ¿Puede uno imaginarse peor resultado que ninguna inversión? Por el lado de la inversión privada, en los últimos catorce trimestres se ha dado la más prolongada caída jamás registrada, pero existen claros indicios de que, comenzando con el trimestre en curso, volvamos a ver crecimiento en la inversión privada. Y en inversión pública, no es ningún secreto que creceremos este semestre.

Por supuesto que el resultado de la economía se vio y se ve afectado por otros factores que sí están bajo el control del Gobierno, algunos en los cuales se equivocó. El mismo presidente Kuczynski reconoce que subestimó algunos de los retos que enfrentaba. Esperemos que exista el afán de aprender de sus errores, como ya parece haberlo hecho en el tema del diálogo con la mayoría del Congreso.

Cabe notar que el crecimiento algo menor al 3% que se espera para este año y que resulta “tan bajo” es sin embargo la tasa más alta entre todas las grandes economías de América Latina: Brasil, Argentina, Chile, Colombia, México y, por supuesto, Venezuela crecerán menos. Lo cual nos lleva a enfatizar que, pese a todo, tenemos uno de los más sólidos fundamentos macroeconómicos. Ese es nuestro as bajo la manga. Mientras no lo pongamos en riesgo, y no lo está, nuestra expectativa de crecimiento seguirá siendo de las más altas de la región. Y si logramos avanzar al menos un poco en las grandes reformas que tenemos por delante: la laboral, la de educación, la de salud, la previsional, la de descentralización, etc., podemos aspirar a mucho más.