"Por años he visto a Shady remar contracorriente".
"Por años he visto a Shady remar contracorriente".
Ramón Mujica

La Fundación Manuel J. Bustamante de la Fuente ha premiado a, Julio Velarde y Fernando de Trazegnies –en las áreas de historia/arqueología, economía y jurídica, respectivamente– por haber ganado a nivel nacional el Concurso Bicentenario sobre Trayectoria Profesional. Cada uno dentro de su profesión o rubro ha marcado una ruta ejemplar de excelencia que los perfila como valores de emprendimiento sobresalientes en nuestra nación. Dado que de dos de los ganadores premiados ya se han escrito notas pormenorizadas de sus carreras profesionales, mi panegírico se centrará en Ruth Shady.

Sin duda, ella es la arqueóloga peruana más galardonada y de mayor renombre internacional en nuestro país. En el 2020, la BBC de Londres la incluyó en su lista mundial de las 100 mujeres más influyentes e inspiradoras del planeta. En el Perú ha recibido el doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional de Barranca (2019), de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega (2017), de la Universidad Nacional de Ingeniería (2016), de la Universidad Ricardo Palma (2009) y de la Universidad Alas Peruanas (2004). En el 2021 el Gobierno de la República le otorgó la condecoración al mérito por servicios distinguidos en el grado de Gran Cruz. En el 2019 recibió el premio Nacional L’Oreal-Unesco “por las mujeres en la ciencia 2019” y en el 2015, el presidente del Consejo de Ministros le impuso la medalla al mérito. Ese mismo año, la Biblioteca Nacional le concedió la Medalla de Honor Clorinda Matto de Turner. La lista de sus logros, labores y reconocimientos ponen en evidencia una brillante carrera como arqueóloga, promotora cultural, autora de publicaciones arqueológicas y ensayista sobre la historia del incario y la sociedad andina.

Desde 1994, Shady inició la “puesta en valor” del inmenso conjunto arqueológico de , la primera civilización de América con casi cinco mil años de antigüedad. Está ubicada en los valles de Supe y Huaura, al norte de Lima. Ya desde entonces, Shady con su equipo ha identificado más de 20 asentamientos urbanos, entre pirámides, templos circulares, y otros edificios públicos monumentales. Del 2003 a la fecha, se ha desempeñado como la directora de esta zona arqueológica. Influyó en el 2009 para que la Unesco calificara a Caral como Patrimonio Mundial de la Humanidad. Gracias a la mirada multidisciplinaria de Shady y sus pasantías y trabajos internacionales en museología y gestión cultural, el proyecto arqueológico Caral se lo ha convertido en un plan piloto maestro encaminado a fomentar el desarrollo social en la zona, con un enfoque integral y sostenible.

A las actividades de conservación y difusión les ha sumado un proyecto de agricultura ecológica en la que participan activamente los lugareños. Ello incluye la crianza tecnificada de animales y la manufactura de productos artesanales. Su objetivo: revalorizar las tecnologías prehispánicas y rescatar la cultura ancestral inmaterial andina.

Por años he visto a Shady remar contracorriente. Pensando en su Ciudad Sagrada, se ha enfrentado –en más de una ocasión– al propio Ministerio de Cultura que ha mirado su fama internacional con envidia y recelo. Si en la administración pública peruana sacar adelante un alto cargo ejecutivo o administrativo significa una lucha permanente contra la lenta burocracia de un Estado insensible a la cultura, en el caso de Shady sus funciones han rebasado ampliamente su desempeño como arqueóloga. Se ha convertido en guardiana de la Ciudad Sagrada y en la defensora solitaria del patrimonio arqueológico más antiguo de la nación. Pocos saben que, aunque los vestigios arqueológicos de Caral se encuentran en terreno árido, están rodeados de ríos que permiten lucrativas actividades agrícolas y de explotación de minerales. Por ello, algunos beneficiarios de la Reforma Agraria –ocurrida en la década de 1970–, por no mencionar a los traficantes de tierras, pretenden invadir la zona arqueológica de Caral, protegida por Shady. En represalia a sus denuncias dramáticas, la arqueóloga sanmarquina ha sido hostigada y amenazada de muerte. En este contexto, ya no es la brillante académica la que debe de ser premiada, sino la patriota comprometida que ejemplarmente denunció con valentía delitos y actos de corrupción que pretenden destruir el patrimonio cultural de todos los peruanos.