(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Aldo Panfichi

¡Paolo dignidad, Paolo dignidad, Paolo dignidad!”, gritábamos alegres un grupo de peruanos y amigos en las gradas del Camp Nou, el mítico estadio del FC Barcelona, en la fiesta de cierre de un importante congreso académico hace varios días. De pronto, un despistado intelectual europeo me coge del brazo y me pregunta: “¿Quién es Paolo?, ¿un escritor?, ¿un defensor de los derechos humanos o el medio ambiente? ¿Un héroe popular?”. Sorprendido, no supe qué decir –ni recuerdo qué le dije para salir del paso–. Ahora que lo pienso mejor, debí decirle: “¿Cómo, no sabes?, es el nuevo héroe del Perú”.

El fútbol es fundamentalmente un movilizador de sentimientos y emociones que dan lugar a narrativas con héroes, villanos, jornadas épicas y también, por supuesto, trágicas. Sin embargo, las emociones no son arbitrarias, sino producto de la forma en la que culturalmente una sociedad procesa los desafíos de su existencia en momentos históricos específicos. Quizás aquí esté la pista para entender el encumbramiento de en el pedestal de nuestras emociones y sentimientos.

En una sociedad como la peruana, donde el progreso económico de las últimas décadas convive con la desigualdad, la injusticia, y el empleo informal, las adversidades continúan marcando la vida diaria de muchos compatriotas que luchan denodadamente por mejorar la condición de sus propias familias. Peor aun, cuando el progreso alcanzado no tenía un correlato en el fútbol, en donde el Perú continuaba viviendo una larga sequía de fracasos deportivos. Pero algo empezó a cambiar en los últimos meses.

La extraordinaria campaña de un representativo nacional humilde y trabajador que clasificó inesperadamente al Mundial de Rusia 2018 contó con un jugador emblema: Paolo Guerrero, el capitán de once guerreros. Un jugador que, según el especialista en estudios culturales Alonso Pahuacho, cuando juega por la selección nacional se transforma y muestra dos características propias de la mayoría de heroicidades universales: la valentía y el sacrificio. Atributos que lo llevaron a jugar enfermo e, incluso, a “derramar sangre” en el campo de juego cuando enfrentamos a la selección de Uruguay.

A estos atributos hay que agregar la tenacidad con la que Paolo luchó contra organizaciones poderosas como el Tribunal Arbitral del Deporte, la FIFA y la Agencia Mundial Antidopaje, todo por estar en el Mundial representando al Perú. El sufrimiento que mostró Paolo con la sanción que lo dejaba fuera del Mundial no fue signo de resignación o fracaso, sino el motor de su persistencia y, por ende, de su grandeza. Algo que logró en los descuentos de un partido casi finalizado y que todos celebramos como nuestro. Un ejemplo de tenacidad y persistencia que deberíamos trasladar a otros ámbitos de la vida nacional.

El autor Richard Fenn dice que los héroes son la representación corporal de las posibilidades de una sociedad frente a circunstancias adversas. Personas virtuosas que con actos extraordinarios de sacrificio y persistencia buscan cambiar el curso de acontecimientos difíciles y desventajosos y abrir nuevas posibilidades. Frente a las adversidades, los héroes desarrollan acciones que otros individuos no pueden o no se atreven a realizar y que permiten que podamos imaginar otro destino. Recordando el libro de Fenn, titulado “Beyond Idols”, y viendo los dos goles de Paolo en su reaparición con la Blanquirroja frente a Arabia Saudí, es imposible no pensar en él y en la devoción nacional que merecidamente se ha ganado.