“Perú al pie del orbe”,por José Antonio García Belaunde
“Perú al pie del orbe”,por José Antonio García Belaunde

Empezaré siendo protocolar para saludar la iniciativa del diario El Comercio que me invita a reflexionar sobre la política exterior del Perú de cara al futuro, un tema de importancia mayor que estuvo ausente en la campaña electoral. 

En un mundo de creciente globalización, los hechos internacionales gravitan sobre todas las naciones, sean estas grandes, medianas o pequeñas. También las responsabilidades derivadas de la adopción de normas que obligan a más países cada día. Si hasta finales del siglo pasado era inimaginable que Estados Unidos pagara penalidades por alguna conducta comercial ilícita, hoy sabemos que eso es posible.

Primero nuestra realidad, la peruana, en el contexto que determina su política exterior: la historia y la geografía. “El espacio nos da los referentes permanentes, condiciona nuestras más importantes relaciones. El tiempo nos revela la verdad y nos exige saber actuar frente a nuevos desafíos”. Y con esa premisa es que privilegiamos nuestro entorno, con una doble mirada: la bilateral y regional. 

No está el barrio tranquilo y muchas cosas han cambiado en los últimos cinco años. Lo más saltante es la descomposición de la ALBA, inspirada por Hugo Chávez, a la que se sumaron Evo Morales, Raúl Castro, Rafael Correa y Daniel Ortega y que contó con la tutela de los Kirchner y Lula. La crisis venezolana ha liquidado un proyecto planteado como de integración comercial y que resultó una plataforma política desbordante de retórica antiimperialista. 

La crisis actual en Brasil, que es “económica, política y moral”, tiene un efecto catastrófico sobre el Mercosur que, desde hace algún tiempo, estaba paralizado. Un segundo año consecutivo de decrecimiento económico agrava aun más esa condición crítica y pone al desnudo las debilidades y fracasos de ese proceso.

Si menciono estos proyectos, el primero, ALBA, de carácter terminal, y el segundo, Mercosur, con pronóstico muy reservado, es porque ambos eran emblemas de esa ‘guerra fría de baja intensidad’ que propició Hugo Chávez en el apogeo de su poder y que la perdió, aún en vida, cuando su modelo empezó a naufragar. Pero también los menciono para afirmar que las crisis brasileña y venezolana impactarán sobre sus socios más próximos. Sin negar la importancia del Brasil en el mundo, en Sudamérica su presencia se concentra más en la ribera del Atlántico.

El Perú, que en el 2010 lanzó la iniciativa de la Alianza del Pacífico, hoy puede estar satisfecho. Tenemos una integración exitosa porque, a diferencia de otros procesos, nace de una concepción compartida sobre el desarrollo y la inserción económica internacional. Aunque no ha tenido agenda política, me pregunto si no ha llegado el momento de acordar una que nos permita una vocería en temas que afectan a la región en su conjunto.

Tenemos, además, a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), creada para la coordinación política y para desarrollar la integración física, muy importante en una región tan desarticulada. Hay que lamentar, sin embargo, que se haya privilegiado una agenda política sesgada sobre la integradora y, en ese ejercicio, hemos sido varios –entre ellos el Perú– silentes cuando no permisivos. Recuperar e impulsar los proyectos de infraestructura abandonados puede ser una tarea a la que podrán sumarse nuestros socios de la Alianza del Pacífico: Chile y Colombia.

Pero esa es una forma de integración y no la única. Debe darse prioridad a profundizarla con nuestros vecinos. Superadas las controversias jurídico-territoriales, hoy tenemos la primacía de la realidad sobre lo ideológico en nuestra relación fronteriza. Hagamos ‘integración a la carta’, de acuerdo a los interlocutores. No abandonar la fronteriza ni la permanencia de las reuniones de los gabinetes binacionales que tanto rédito dieron a Ecuador y Perú. 

Nos toca trabajar con Bolivia el desarrollo de una frontera con intereses muy variados y de gran porosidad. Además, tenemos una deuda pendiente: la ratificación del Acuerdo de Ilo, firmado en el 2010, por el cual les renovamos y ampliamos las facilidades portuarias. Las observaciones hechas por parlamentarios peruanos fueron negociadas otra vez con una Bolivia receptiva. Un país serio no puede dejar sin ratificar un tratado solidario con un país hermano. 

Chile y Perú también tienen pendiente aprobar en sus congresos las normas que permitan cumplir cabalmente con el fallo de La Haya. Concluyamos esos trámites para desarrollar fluidamente nuestra relación, que se enriquece día a día.

Con Estados Unidos y con Europa, teniendo ya acuerdos de libre comercio, nos toca desarrollar una agenda que combine temas bilaterales, como la lucha contra el narcotráfico, con temas de la agenda internacional, como el cambio climático. En el caso de Estados Unidos es bueno señalar que la reanudación de relaciones diplomáticas con Cuba despeja mucho de nubarrones el ambiente para un dialogo fructífero con la región. Tenemos también un pendiente, el controversial TPP que me hace pensar, a la luz del debate electoral en Estados Unidos, que el Ejecutivo no debe llevarlo al Legislativo hasta que sea aprobado por el Congreso de Estados Unidos y eso solo será el próximo año.

Hay que mantener y profundizar nuestra presencia en el Asia-Pacífico, no sólo a través del APEC sino con acercamientos bilaterales. Ese ‘Mare Nostrum’ que es el Pacífico está llamado a ser, en este siglo, lo que fue el Atlántico en el siglo XX. Hemos avanzado mucho con países grandes y desarrollados como China y Japón. Corresponde ahora ensanchar nuestra agenda con India y Rusia. 

Y por cierto que hay una agenda internacional que nos convoca, con temas positivos y negativos. Debemos participar en el debate a partir de nuestras fortalezas, como la biodiversidad de nuestro territorio o nuestra experiencia en la lucha contra el crimen internacional o el terrorismo. En este último tema, la amenaza global que representa el Estado Islámico obliga a que sea prioridad en la agenda del Consejo de Seguridad al cual accederemos en el 2018. Y, en el ámbito americano, podríamos plantear la revisión de la Carta Democrática, aprobada en Lima el 2001, para actualizarla a la luz de las experiencias recientes y volverla operativa. 

Iniciativas las hemos tenido en el pasado y podremos tener ahora. Será una manera de estar presentes en un mundo que, según Robert Musil, “no es tan viejo y al parecer nunca fue tan interesante como ahora”.