La política según Francisco, por Ernesto Cavassa, S.J
La política según Francisco, por Ernesto Cavassa, S.J

La contienda electoral ha puesto a la política en el centro del escenario nacional durante todo este primer semestre del año. Las diferentes opciones presentadas en ambas rondas han sido motivo de fuerte debate no solo en los medios de comunicación, en la vida universitaria o en los foros públicos, sino también en la calle, en el entorno familiar, entre amigos. La política ha sido la gran protagonista de este momento del país.

Precisamente por ello, cinco universidades limeñas han convocado a sus estudiantes a elaborar ensayos respondiendo al tema: “Francisco, política y solidaridad”. El 29 de junio pasado –San Pedro y San Pablo, fiesta en la que se recuerda el papel del Papa en la Iglesia– fue el último plazo para entregarlos. Han pasado 60 ensayos para la revisión del jurado. 

Francisco es el primer interesado en que los cristianos–particularmente los jóvenes–se comprometan en la tarea política. “Ninguno de nosotros puede decir: yo no tengo nada que ver, son ellos quienes gobiernan. No; yo soy responsable de su gobierno y debo hacer lo mejor de mi parte para que ellos gobiernen bien, participando en la política como pueda. La política, dice la doctrina social de la Iglesia, es una de las formas más altas de la caridad, porque es servir al bien común. Y yo no puedo lavarme las manos: cada uno de nosotros debe hacer algo” (Santa Marta, 16 de setiembre del 2013).

Viendo nuestros noticieros cada día, es difícil imaginar la política como “una de las formas más altas de la caridad”. Sin embargo, para Francisco –como para sus antecesores– lo es. ¿La razón?  La política –en su sentido más propio– se preocupa del “bien común”, anteponiéndolo a los intereses particulares. La novedad de Francisco es el punto de vista desde el que plantea el “bien común”; este es el indefenso, el vulnerable, el débil. Por ello, se va a las periferias de Europa (las islas de Lampedusa y Lesbos) para increparle al continente su falta de solidaridad con los desplazados africanos, sirios e iraquíes. Sin preguntarles si son o no católicos, lo que le importa al Papa es su situación: forzados a salir de su patria, viven en condiciones infrahumanas. Por ello, en su Evangelii gaudium (2013) expresa: “¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!”. 

A Francisco le duele la vida de los pobres y reclama para ellos las tres ‘t’: tierra, techo y trabajo. En sus discursos en el campo de Kangemi, uno de los barrios más pobres de Nairobi (Kenia), o en el segundo encuentro mundial de movimientos populares en Santa Cruz (Bolivia). Para el Papa, estos “son derechos sagrados. Vale la pena, vale la pena luchar por ellos. Que el clamor de los excluidos se escuche en América Latina y en toda la tierra”. En su discurso ante la ONU, el 25 de setiembre del año pasado, el Papa vincula el bien común –que deben buscar los representantes de los estados “dejando de lado intereses sectoriales”– con la defensa de los más pobres: “La exclusión económica y social es una negación total de la fraternidad humana y un gravísimo atentado a los derechos humanos y al ambiente”, dice.

Finalmente, para Francisco la política es diálogo. En su encuentro con la clase dirigente de Brasil, les recuerda: “Cuando los líderes de los diferentes sectores me piden un consejo, mi respuesta siempre es la misma: diálogo, diálogo, diálogo... Esta actitud abierta, disponible y sin prejuicios, yo la definiría como humildad social, que es la que favorece el diálogo... Hoy, o se apuesta por el diálogo, o se apuesta por la cultura del encuentro, o todos perdemos, todos perdemos. Por aquí va el camino fecundo”.
No está de más recordarlo ahora que iniciamos una nueva administración gubernamental.