La política y el servicio civil, por Alfonso García Miró
La política y el servicio civil, por Alfonso García Miró
Redacción EC

Más de dos años en el liderazgo de la me han permitido entender mejor una vocación de servicio civil en favor de la sociedad. Muchas han sido las experiencias y relaciones adquiridas, pero lo más gratificante ha sido constatar la importancia de construir institucionalidad o, al menos, intentarlo con buena voluntad.

Ejercer una correcta actividad empresarial ya no es más sinónimo de interés particular, como quizá lo era antes, sino más bien de promover principios y valores de hacer buena empresa y extender esos beneficios a toda la sociedad. El papel de las instituciones o gremios empresariales del siglo XXI es promover el Estado de derecho, impulsar la gobernabilidad democrática y, sobre todo, defender y fomentar la libertad de los individuos para crear empresa, emprender nuevos proyectos, elegir la mejor actividad económica y generar valor mediante el ingenio y la propiedad privada.

En la Confiep, hemos intentado siempre actuar en consecuencia con esos principios, sea de manera pública o discreta, opinando sobre lo que consideramos la correcta gestión del país, de sus instituciones y de sus políticas económicas, incluso en aquellas ocasiones en las que, habiendo podido optar por lo políticamente correcto, hemos elegido más bien por lo que consideramos correcto, dando respuestas a la realidad, directas y decididas, consecuentes con nuestros principios y valores, sin descalificar a la idea opuesta.

Cuando hemos dicho que los gremios empresariales tienen que estar tan lejos de la política como se pueda y tan cerca como sea necesario, lo que deseábamos expresar es una explícita diferencia entre el compromiso institucional que uno adquiere cuando asume esa responsabilidad y sus genuinas aspiraciones personales, no debemos confundirnos ni confundir a terceros con esa diferencia.

Hacer política es una auténtica decisión personal –sea uno abogado, empresario, ingeniero o artista– basada en una estrategia por acceder al poder (y, generalmente, al recurso público) para influir en la sociedad en representación de los ciudadanos. A diferencia de la política, el ejercicio del servicio civil voluntario responde más bien a una decisión espontánea basada en la satisfacción de esforzarnos en beneficio de terceros.

Liderar un gremio empresarial es un claro ejemplo de ejercicio voluntario del servicio civil, lo que nos compromete a promover y defender los valores y principios de la institución que representamos, independientes del poder político y con la sola motivación de nuestras ideas.

En toda sociedad hay ciudadanos buenos y algunos malos, y para diferenciarlos están los incentivos y castigos, materializados en normas, pero sobre todo la capacidad del Estado de hacer cumplir esas leyes, lo que en el Perú es una clara debilidad. Los buenos empresarios, así como los buenos doctores, ingenieros o artistas, también pueden ser buenos políticos si se lo proponen, pero tan solo por ser buenas personas, buenos ciudadanos.

Larry Diamond, investigador de la Hoover Institution, señalaba: “Las organizaciones de la sociedad civil se relacionan con el Estado de alguna manera, pero no tienen como objetivo obtener el poder formal o la dirección del Estado”. Así, las instituciones civiles son distintas y autónomas de las organizaciones políticas, y esa independencia del poder representa una de sus mayores virtudes y fortalezas. Un posicionamiento político, por lo general, divide y resta y a los empresarios más nos gusta la aritmética de sumar y multiplicar.

Una de mis mayores satisfacciones en la Confiep ha sido evidenciar cómo, con tan solo la fuerza de las ideas y valores, se puede prevalecer frente a aquellas otras ideas que proponen la disposición del recurso público para usos discrecionales, sea mediante subsidios, puestos de trabajo en el Estado, intervención en los mercados, rol empresarial del Estado, privilegios sectoriales o simplemente la ganancia de cuotas de poder.

Quizá el mayor atributo de la Confiep radica en que, sin requerir un centavo del recurso público ni del poder político, el respeto a sus opiniones se sustenta únicamente en el mérito de miles de miles de empresarios cuyo éxito individual es consecuencia de su creatividad, ingenio y, sobre todo, esfuerzo personal. Es precisamente ese mérito colectivo el que la sabiduría popular valora y respeta, por encima de aquellos que con el recurso ajeno quisieran a toda costa sobresalir artificialmente en la sociedad.

Por último, algunos consejos a quienes quieran participar en política: háganlo, pero desde un partido político, para así canalizar más eficiente y transparentemente sus iniciativas. También para consolidar la frágil institucionalidad partidaria en el Perú. A los demás, que ejerzan activamente una cuota de servicio civil voluntario, sea en el colegio de sus hijos, en su comunidad, en su club, en su iglesia, en un museo, en su gremio, en un hospital, donde sean útiles a los demás, pero por favor devuélvanle a la sociedad –mas allá de sus forzosos impuestos– una fracción de lo que esta les ha dado. 

Si tan solo mil personas como ustedes decidieran seguir mi consejo, el país podría cambiar y para bien, estoy seguro. De lo contrario, no se les entendería muy bien cuál rol quisieran cumplir en la sociedad.