"No se trata de morir por morir, y eso lo sabe bien Ana".
"No se trata de morir por morir, y eso lo sabe bien Ana".
/ Martin Mejia
Josefina Miró Quesada

El 7 de enero se llevará a cabo la audiencia judicial del caso . Ahí se discutirá ante el onceavo juzgado constitucional de la Corte Superior la demanda de amparo presentada por la Defensoría del Pueblo hace casi un año. El propósito: que el Estado reconozca su derecho a una muerte digna y no aplique el artículo 112 del Código Penal que sanciona como delito la eutanasia con una pena de hasta tres años de cárcel. Solo así, un médico podrá hacer realidad su pedido. También se solicita un protocolo que garantice el procedimiento médico de la eutanasia, así como la conformación de una Junta Médica interdisciplinaria que certifique que la decisión tomada sea libre e informada, entre otros detalles.

El momento es oportuno. El mundo está cambiando a pesar de la retiecencia de ciertos sectores a aceptarlo. Hace unas semanas, la Cámara de Diputados en España aprobó finalmente, después de múltiples intentos, la ley de eutanasia. Aunque falta que el Senado lo ratifique –tienen los votos para ello–, ya es una victoria. Increíble que tuvieran que pasar 30 años desde que Ramón Sampedro –en quien se inspira la película Mar Adentro– iniciara una ardua batalla para que se le reconociera su derecho a morir dignamente. Ante la desidia de una burocracia que creía saber mejor que él lo que le convenía, se quitó la vida cansado de prolongar una existencia que sólo era fuente de sufrimiento.

Sampedro murió, pero no como él quería. Lo hizo en la clandestinidad y con la complicidad de amigos que lo ayudaron a partir, motivados por un amor que pocos entenderían. A ellos, que actuaron convencidos de que estaba liberando a un rehén, cortándole las cadenas, la ley los catalogaría luego de delincuentes. Tal como pasó con Ángel Hernández, quien en un acto de desobediencia civil, se entregó a la justicia luego de que, por amor, cediera al insistente pedido de su esposa, Maria José, quien le suplicaba que le aplicase la eutanasia. Lo mismo hizo Marco Cappato, un diputado italiano que, en un acto de humanidad, ayudó a un conocido DJ a viajar a Suiza para finalmente descansar en paz después de tanto solicitarlo. En estos últimos dos años, más países se han sumado a la cruzada: Italia reconoció a través de su Corte Constitucional a fines de 2019 la eutanasia para ciertos casos; igual en Alemania. En Portugal, el Congreso aprobó tramitar proyectos sobre el tema, y en Chile acaba de admitirse que sea debatido ahí. Aquí cerca, Colombia, a la vanguardia, lo reconoce desde 1997.

No se trata de morir por morir, y eso lo sabe bien Ana. Al fin y al cabo, todos pasaremos por ese tránsito. Pero unos sufrirán más que otros. Este es un debate sobre la vida, la muerte y la libertad de decidir intervenir en ambas. Si no somos nosotros los dueños de nuestras vidas, ¿quién?