(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Sol Carreño

Lo llamaron ‘Gabinete de la reconciliación’, pero un congresista aprista lo ha calificado como una “declaración de guerra” y le ha dicho a la presidenta del Consejo de Ministros que se atenga a las consecuencias. Fuerza Popular, desde el inicio, reafirmó su posición de no colaborar y ha reiterado en un comunicado que esa no es su función. Por su parte, Verónika Mendoza lo ha llamado el Gabinete de la impunidad. En las calles las cosas no son mucho mejores. La decisión de indultar a Alberto Fujimori ha sido tomada como una ofensa por buena parte de quienes votaron en la segunda vuelta por PPK. Las marchas han demostrado que un nuevo grupo se suma así a los sectores con los que el Gobierno tendría que reconciliarse.

Difícil es, por lo tanto, creer que este Gabinete parcialmente renovado es uno que logre reconciliar no solo a los peruanos que se encuentran abiertamente divididos desde antes de las elecciones, sino a las fuerzas políticas que los representan. Una guerra declarada con el Partido Aprista no es poca cosa. Es un partido que ha demostrado ampliamente su poder político a pesar de lo magro, y ahora dividido, de su representación congresal. En el caso de Fuerza Popular, este partido se ha tomado en serio la misión de oponerse a todo lo que se pueda, en esa absurda interpretación de su derrota como un mandato negativo. La izquierda dividida se muestra esta vez unida en el desprecio al Gobierno y no solo ha propuesto una nueva moción de vacancia, sino que aprovecha para cuestionar, como siempre, al sistema.

PPK juramentó a sus ministros y dio un mensaje. Ha dicho que debemos apostar por el entendimiento. Pero el llamado no es suficiente y de hecho a algunos nos cuesta entender cómo pretende lograr un cambio significativo en la situación en la que nos ha puesto como país. Porque el Gobierno ha sido el principal responsable de la “crispación” (como el mismo presidente llama al ambiente en que vivimos).

Si bien es claro que la mayoría en el Congreso no colabora, ha sido la falta de pericia política del Gobierno la que lo ha llevado al punto en que nos encontramos. Un gobierno que empezó débil tendría que haber iniciado su gestión construyendo alianzas y puentes que le permitieran fortalecerse y cumplir, al menos en parte, sus promesas de campaña. No lo hizo, o no lo hizo bien. El hecho es que el gobierno de PPK se encuentra hoy más solo y más enfrentado a distintas fuerzas políticas y sociales que nunca. La situación es tan seria que muchos dudan sobre la posibilidad de que llegue al 2021.

Si este no es un Gabinete de la reconciliación, ¿qué podemos esperar de él?

Más allá del nombre y las intenciones del presidente, la función de un Gabinete no es reconciliar. Su deber es gobernar con el presidente y hacerlo bien. Si en ese camino se encuentra oposición, e incluso enemigos, es parte del juego político. El pueblo eligió una opción de gobierno y lo que espera es alguien que gobierne bien. En términos cotidianos, un buen gobierno se debe traducir en mejores servicios, más seguridad, más solidez en las instituciones y crecimiento económico. Si el Gabinete ha sido escogido teniendo en mente lograr eso, pues ya era hora. La sensación de que hasta ahora todo el tiempo transcurrido en este gobierno es tiempo perdido tiene que terminar. Todo peruano de bien lo desea. Solo los muy mezquinos pueden desear que al Gobierno le vaya mal con todo lo que ello implica para el ciudadano común. Y aunque sabemos que mezquindad hay en la política, y mucha, aún confiamos en que sean más y más eficientes los que quieren y trabajan por que el país empiece a mejorar.

La reconciliación no es un título. No se da por decreto, por nombramiento ni por denominación. La mayoría de los peruanos no queremos vivir en una situación de enfrentamiento o enemistad. Pero en este momento esta situación existe y la posibilidad de revertirla requiere de acciones concretas en favor de la convivencia en un marco de derecho. En ese sentido, el Gobierno tiene que, en primer lugar, mostrar resultados concretos en materia de transparencia, colaborando para una completa aclaración de los cuestionamientos que recaen sobre el presidente. También tendrá que someterse a las recomendaciones que las instancias supranacionales determinen respecto al indulto a Fujimori, que es uno de los factores más gravitantes en la división del país.

PPK ha demostrado que necesita ayuda para gobernar bien. Solo no puede. Quizá por eso lo vemos hoy llamar a una reconciliación forzada pero necesaria para mantener el curso democrático y garantizar una transición sin sobresaltos. Es el momento de que los líderes, si los hay, pongan por delante al Perú y aporten para empezar a avanzar.