Martín Vizcarra, primer vicepresidente de la República, renunció al cargo de ministro de Transportes y Comunicaciones por el caso Chinchero. (Andina)
Martín Vizcarra, primer vicepresidente de la República, renunció al cargo de ministro de Transportes y Comunicaciones por el caso Chinchero. (Andina)
Maria Alejandra Campos

En agosto de este año, la Encuesta del Poder de Semana Económica e Ipsos preguntó a los líderes de opinión del país si es que creían que, de cara al 2021, sería posible que el Congreso vacara al presidente. Entonces, apenas el 8% contestó que consideraba que este escenario pudiese ocurrir. Hoy, el impensado Martín Vizcarra, autoexiliado en Canadá luego de renunciar al cargo de ministro de Transportes tras la controversia del aeropuerto de Chinchero, empieza a calentar en la banca tras las recientes revelaciones de la Comisión Lava Jato.

Este miércoles Rosa Bartra, presidenta de la mencionada comisión, presentó un oficio del representante local de Odebrecht en el que se afirma que Pedro Pablo Kuczynski habría cobrado US$782.000 a la constructora brasileña por siete consultorías entre el 2004 y el 2007. 

La reacción del mandatario fue dar un mensaje a la nación de dos minutos, en el que informó que iba asistir a la comisión para declarar sobre el caso, porque había “tomado nota del sentir ciudadano”. Hubiese sido buena idea que tomara nota antes, pues, desde hace un mes, al menos el 87% de la población informada sobre la citación cree que el presidente debe declarar en persona y no por escrito. 

Luego añadió que jamás ha favorecido a empresa alguna, haciendo gala de la tan de moda estrategia política de responder a imputaciones que no han sido presentadas. No declaró que no hizo consultorías para Odebrecht, ni que el oficio que presentó Bartra contenía información falsa, como debió haber hecho en caso estuviese libre de polvo y paja. Polvo y paja que, por cierto, él mismo fabricó al negar, en repetidas ocasiones, haber tenido relación laboral alguna con Odebrecht. 

Ayer, luego de la pésima reacción del presidente, la bancada del Frente Amplio pidió su vacancia, y de paso, nuevas elecciones y nueva Constitución. Fuerza Popular exigió la renuncia de Kuczynski unas horas después. “Lo que el pueblo peruano exige es que el presidente renuncie y se dé una transición constitucional para que el vicepresidente asuma el cargo”, declaró Daniel Salaverry, quien no perdió la oportunidad para asociar la encrucijada presidencial a la supuesta persecución que está sufriendo su lideresa debido a la convicción del fujimorismo de “luchar contra la corrupción”. 

Hasta antes de que Keiko Fujimori fuese incluida en las investigaciones del Caso Lava Jato, la vacancia presidencial era considerada por muchos como un rumor paranoico. Lo cierto es que al fujimorismo le convenía más desgastar al gobierno hasta el 2021 y luego presentarse como los salvadores del país en las elecciones presidenciales. Sin embargo, ante la creciente probabilidad de que la lideresa de Fuerza Popular termine en prisión preventiva junto al resto de investigados, la motivación de su partido para alargar la agonía del gobierno de Pedro Pablo Kuczynski parece haber disminuido significativamente.  

Hay pocas razones para pensar que PPK va a saber sobrellevar esta crisis. Si el fujimorismo y el Frente Amplio se ponen de acuerdo, Martín Vizcarra estaría a seis votos o una renuncia de convertirse, como en la serie de Netflix, en el ‘designated survivor’ del gobierno. Es decir, el presidente improbable de una democracia en crisis. 

Al igual que Tom Kirkman, el protagonista de la serie, Vizcarra no parece ser un tipo que quiera ser presidente en estas circunstancias. Cuando tuvo que enfrentarse al fujimorismo, renunció al cargo de ministro de Transportes en lugar de permitir que lo censuren. Luego mantuvo perfil bajo y, finalmente, aceptó ser embajador en Canadá, donde ha estado fuera del radar de la prensa y la oposición hasta hoy. Si PPK dejara la presidencia antes de tiempo, ¿Vizcarra estaría dispuesto a asumir tremenda tarea?