El proyecto del New York Times en su versión en español se lanzó en el 2016 y produjo al menos 10 artículos de alta calidad al día, según sus dueños. (Foto: AP).
El proyecto del New York Times en su versión en español se lanzó en el 2016 y produjo al menos 10 artículos de alta calidad al día, según sus dueños. (Foto: AP).
María Mendoza Michilot

Un importante esfuerzo editorial realizado por “The New York Times” (NYT) desde hace tres años y nueve meses, para conquistar a la colectividad hispanoparlante, llegó a su fin la semana pasada. La noticia en la portada del nytimes.com/es, de solo treinta y siete palabras, adelantaba el comunicado de despedida.

“Estamos suspendiendo NYT en Español”. El gerundio parecía dejar abierta la posibilidad de un futuro relanzamiento, pero el personal de la desactivada redacción ratificó el cierre y las razones corporativas expuestas. La exeditora Paulina Chavira dijo, en una entrevista a MVS Noticias de México, que la decisión de los altos mandos del NYT no tuvo relación con el trabajo periodístico y exteriorizó su duda sobre si la empresa hizo lo suficiente para que el proyecto fuera un éxito financiero. Aseguró que no los dejaron participar en su monetización.

La desaparición de un medio de prensa siempre será una mala noticia, sobre todo cuando la propuesta editorial en juego es disruptiva, rompe esquemas y va contra la corriente, o porque piensa en el bien común. En este caso, estamos ante un proyecto nacido en la era Trump –en un contexto hostil para la comunidad hispanohablante–, que apostó por producir noticias, reportajes y columnas de opinión en el idioma de Cervantes, bajo la cabecera de uno de los matutinos más influyentes del mundo.

La medida invita a un análisis sobre los temas que afligen a la industria de la información. Ver si hubo vacíos en el modelo de negocios que lo sustentó y que, en corto tiempo, propiciaron su cierre. ¿Se diseñó una estrategia comercial sólida para sostener lo que se ha denominado ‘un experimento’, en un mercado altamente competitivo y cambiante? ¿Acaso los contenidos publicados no eran lo que esperan miles de lectores hispanos que, solo en Estados Unidos, componen una audiencia potencial de 59 millones de personas?

La respuesta a estas y otras interrogantes compete a la empresa y seguramente será materia de escrutinio en escuelas de negocio interesadas en un caso que es económico y cultural. Una investigación de Craig Newmark Graduate School of Journalism de junio último identificó 624 medios de comunicación latinos en Estados Unidos –la mayoría medianos y pequeños, consumidos principalmente por inmigrantes–, que afrontan dificultades en su sostenibilidad. NYT en Español reconoce que consiguió ampliar su audiencia, aunque sin alcanzar los resultados que esperaba.

El traspié del gigante del norte deja otras lecciones para futuros emprendimientos en un sector tan sensible y complejo como el periodístico.

Jeff Jarvis, consultor, periodista y docente estadounidense, piensa que una de las claves para empezar a afrontar la crisis es que la prensa retorne a sus raíces, de la mano de los recursos digitales. Entrevistado por “Medium Magazine”, edición del 18 de este mes, reiteró un planteamiento que está funcionando en varias latitudes: el futuro del periodismo requiere una estrategia poscontenido y que genere ingresos, basada en las relaciones digitales y no digitales con los usuarios. Es decir, otro modelo de negocio.

El punto de partida pasa por reconocer que la prensa gozará de buena salud si interpreta el sentir de sus destinatarios a quienes debe su razón de ser. Si no dialoga con el vecino, con las comunidades y si no escucha y procesa sus demandas, los guarismos de la lectoría y el consumo irán cayendo como las hojas de un calendario.

Empezar con las quejas que llegan a la redacción a través de las redes sociales significa sistematizarlas para incluirlas en la agenda informativa. Otra sinergia sería “convocar a las comunidades a conversaciones respetuosas, informadas y productivas” a fin de obtener consumidores satisfechos con contenidos de interés público y medios con mayor rentabilidad. El periodismo de servicio jamás perecerá.

Finalmente, no hay nada más seguro contra las ‘fake news’ que un medio serio y preocupado por las comunidades. Diseñar estrategias para encarar este perverso fenómeno, alentado generalmente desde las altas esferas del poder con la intención de socavar la credibilidad de la prensa, es tan urgente como revisar líneas y enfoques orientados a encarar con conocimiento y solvencia ética las presiones de turno, aquí y en cualquier otro país que se precie de vivir en democracia.