(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Martín Guzmán

En el 2018 experimentó una crisis monetaria y una estanflación. La inflación anual alcanzó el 47,6%, el PBI cayó un 2,5% y el desempleo y la pobreza aumentaron.

Estos indicadores reflejan problemas crónicos. La economía argentina ha reducido su tamaño en cuatro de los últimos siete años. Y durante más de una década las deficiencias estructurales han creado fuertes restricciones en el crecimiento de la demanda real y han impedido que la economía crezca de manera sostenible.

Cuando el gobierno del presidente asumió el cargo en el 2015, dijo que sus políticas económicas atraerían inversiones extranjeras directas y conducirían a un aumento sostenido de la productividad. La crisis monetaria que estalló en abril del 2018 remarcó el fracaso de su enfoque de política.

Como respuesta, el gobierno recurrió al (FMI), obtuvo un préstamo de US$57.000 millones, el más grande en la historia del fondo, y acordó un nuevo enfoque para abordar los desequilibrios macroeconómicos del país. Pero los términos del acuerdo de préstamo han seguido cambiando a medida que los inversores seguían nerviosos.

Cuando el FMI aprobó el nuevo acuerdo con Argentina en junio, el gobierno dijo que en lugar de gastar los fondos, los usaría para aumentar su liquidez y restaurar la confianza del mercado. Pero cuando el peso cayó aun más, el gobierno y el FMI acordaron que Argentina podría utilizar el préstamo para cumplir con los pagos de su deuda y evitar un incumplimiento en el 2019, año electoral. Y sin embargo, las dudas persistieron.

La situación sigue siendo delicada, sobre todo porque gran parte de la deuda pública de Argentina está denominada en monedas extranjeras.

Con las elecciones a seis meses de distancia, hay otras preocupaciones más inmediatas. Por un lado, el plan macroeconómico respaldado por el FMI de políticas fiscales y monetarias contractivas ayudará a alargar la recesión actual. Además, el enfoque de política monetaria parece estar repitiendo algunos de los errores fundamentales cometidos antes de la crisis.

Mientras la administración de Macri planeaba reducir gradualmente el déficit fiscal, el banco central adoptó un enfoque mucho más agresivo para frenar la inflación. Al hacerlo, se basó en dos asunciones: que las políticas del gobierno pondrían a la economía en un camino de crecimiento sostenible, y que las tasas de interés más altas serían efectivas para estabilizar los precios.

Ambas suposiciones demostraron ser desastrosamente erróneas. La inversión en la economía real en gran parte no se materializó. Además, las altas tasas de interés atrajeron el capital de la cartera especulativa a corto plazo, lo que hace que Argentina, y el peso, sean cada vez más vulnerables a un cambio de sentimiento repentino en el mercado.

Las autoridades deberían haber aprendido al menos dos lecciones de esto. La primera, combatir la inflación crónica requiere esfuerzos políticos sostenidos y coordinados en lugar de un mero endurecimiento de la política monetaria. Y la segunda, la inflación en Argentina continuará en el corto plazo sin importar qué tan estricta sea la política monetaria.

La devaluación del peso y el consiguiente aumento de la inflación han intensificado el conflicto distributivo de Argentina, y los trabajadores demandan aumentos salariales que compensen la pérdida de poder adquisitivo. En este contexto, los anuncios de política monetaria no reducirán las expectativas inflacionarias, especialmente porque la administración de Macri no cumplió sus objetivos de inflación en los últimos tres años. Como era de esperar, la inflación ha vuelto a subir en los últimos meses.

En el 2020, la situación de la deuda pasará al centro del escenario. El próximo gobierno intentará recuperar el acceso a los mercados internacionales de crédito con el país ya muy endeudado. Si la economía no muestra signos de un despegue rápido para entonces, habrá un problema de deuda. En ese escenario, un mayor costo de traspaso de deuda sería letal para la economía, pues las autoridades tendrían que asignar una mayor proporción de los estancados ingresos del país en moneda extranjera para pagarla.

Una cosa está clara: para poder evitar otra crisis de deuda, Argentina necesitará un crecimiento económico sostenido. Aunque no hay recetas mágicas para poner a la economía en un camino más estable, cambiar las políticas macroeconómicas actuales al menos le daría una oportunidad al país.

– Glosado y editado–