(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
Marilú Martens

Estimados maestros, alumnos, padres de familia y peruanos todos:

La huelga nos ha dividido, y lo ha hecho porque ha agudizado las diferencias que existen entre todos nosotros. Diferimos en qué pensamos que es lo mejor para el país, pero también diferimos cuando buscamos nuestros beneficios personales. Lo que nos une, sin embargo, es algo mucho más grande. Lo que todos queremos, o deberíamos querer, es lo mejor para el país y lo mejor para nuestra educación.

Todos reconocemos que requerimos de grandes avances en la educación, y que son los maestros los que dedican sus vidas a llevarla a las aulas. Debemos valorarlos y, para ello, reconocer que merecen una remuneración mayor. El lo cree firmemente: este año el salario de entrada de los docentes nombrados está aumentándose en 28,6%, luego de que durante los diez años previos (2007-2016) solo se incrementara en 4%. No obstante, todos coincidimos en que se requiere un presupuesto aún mayor para alcanzar los salarios justos. Por ello, en los últimos cinco años, el presupuesto en educación pasó de ser el 16,1% del presupuesto nacional al 19,3%. Sin embargo, en el contexto de presupuesto limitado, la única manera de seguir aumentando el gasto en educación es quitándoselo a otra necesidad. No todos estaremos de acuerdo sobre qué necesidades priorizar, pero el Gobierno, con el mandato de los peruanos, actúa para llevar el mayor beneficio posible a todos los peruanos. Así, a pesar de que la naturaleza nos jugó en contra, no se desatendió ninguna necesidad y, por ejemplo, se cumplió con el aumento salarial, mientras seguimos atendiendo la reconstrucción del norte. Reconocemos que cada necesidad requiere aún más atención y que estamos en la ruta correcta para llegar a ello. No debemos desviarnos.

Coincidiremos también en que debemos dar reconocimiento al esfuerzo individual de cada profesor porque es justo y porque incentiva la calidad educativa. La revalorización del docente tiene pendiente un componente salarial, pero también un componente de prestigio. La admiración que nuestra profesión generaba en décadas pasadas solo podrá recuperarse con una carrera meritocrática que permita a los docentes mostrar su verdadero valor. Todos estaremos de acuerdo en que esto requiere que nuestro magisterio cuente con profesionales capaces y comprometidos. Los procesos de evaluación tienen una finalidad formativa, no obstante, entendemos que esto pueda generar temor entre algunos docentes que sienten que su empleo corre riesgo. Nuevamente, queremos atender todas las preocupaciones, y así proponemos que el requerimiento mínimo para nuestros docentes sea el compromiso. Estaremos de acuerdo en que todo profesor, luego de recibir dos capacitaciones, sabrá realizar su labor cotidiana frente a nuestros estudiantes de manera pertinente. El compromiso y la revalorización docente, elementales para alcanzar la educación que queremos, son metas hermanas al final del mismo camino.

Sabemos que la educación pública requiere de buena comunicación entre nuestros docentes y su gobierno. Para ello, es necesario que contemos con interlocutores representativos del magisterio, ya que no es posible dialogar con los 355.000 docentes del Perú, pero debemos asegurarnos de que sus intereses y preocupaciones sean escuchados. Al mismo tiempo, debemos asegurarnos de que aquellos que representen a nuestros maestros y dialoguen con el Gobierno no lo hagan con intereses ajenos al beneficio de la educación. En especial, debemos apartar de estos cargos importantes para la educación a quienes buscan revivir los movimientos que tanto daño hicieron a los peruanos durante el terrorismo.

Sin embargo, ante la fragmentación de los sindicatos en los últimos años, se hace difícil identificar interlocutores con legitimidad. Estamos de acuerdo en que requerimos un reordenamiento representativo y sostenible, y en que ese trabajo no puede hacerse de manera apurada. Mientras tanto, nuestros maestros siguen en las calles y nuestros niños fuera de las aulas, y ante una situación de necesidades urgentes y contrarias, nuestro gobierno busca actuar en el mejor interés del país. Ante la falta de representatividad de los interlocutores, hemos redoblado esfuerzos por escuchar a la mayor cantidad de docentes posible. En el Ministerio de Educación, en los últimos dos meses, y en múltiples reuniones, hemos dialogado con más de 200 representantes de los maestros, y aunque en el proceso tuvimos aciertos y desaciertos, cada diálogo nos acercó más a la solución. Asimismo, las evaluaciones meticulosas que se realizan en coordinación con el Ministerio del Interior, permitieron que, a pesar de la urgencia y amplitud del diálogo, no se filtraran intereses ajenos a las mejoras de nuestra educación. Todos los peruanos queríamos que esta huelga se solucionara rápidamente, pero para ello debimos haber empezado, hace varios años, a caminar juntos y con firmeza como hemos empezado a caminar en las últimas semanas. Ahora no debemos retroceder ni detenernos; tenemos que seguir caminando.

Entonces, acordaremos que, para seguir avanzando hacia la educación que queremos, hay obstáculos muy complejos que superar; nudos que vinieron enredándose y creciendo durante muchos años y muchas gestiones gubernamentales. Desde el Ministerio de Educación, les aseguramos firmemente que vamos por la senda correcta y que trabajamos sin descanso por resolver cada uno de los nudos en el camino, pero no podremos lograrlo si es que seguimos resaltando lo que nos separa y olvidando lo que nos une. Esta no es una lucha entre maestros y funcionarios, ni entre bandos políticos o poderes del Estado. La lucha por la educación es la lucha por el futuro del país; es ardua y duradera, y mucho más importante que cualquier otra. Los resultados no serán inmediatos, pero se requiere que todos los peruanos estemos del mismo lado si hemos de salir victoriosos.