El recreo acabó hace rato, por Sol Carreño
El recreo acabó hace rato, por Sol Carreño
Sol Carreño

A poco más de seis meses de iniciado el gobierno la aprobación va descendiendo y queda claro que algo tiene que hacerse para detener esa caída. Cierto que ha habido una avalancha de sucesos nefastos. Los huaicos, inundaciones y las denuncias de corrupción ocupan las noticias todos los días. Pero estos hechos justamente pueden ser los que sepulten o los que logren hacer brillar a nuestros gobernantes. Ser víctimas o héroes depende de cómo se manejen las oportunidades.

Se escucha por todos lados que a este gobierno le falta “muñeca” o manejo político. Que le sobran técnicos y le faltan “operadores”. Estos términos, sin embargo, están demasiado asociados con un sentido peyorativo pues el ciudadano común asocia al político con el personaje zamarro que le puede dar la vuelta a todo para salir impune o sacar alguna ventaja, el manejo se identifica con el mal manejo y la muñeca se asocia más bien a aquella que tuerce o se tuerce con dinero.

Es por ello que prefiero hablar de liderazgo y en ese sentido se hace evidente que a este gobierno lo que le está faltando es mostrar justamente eso: liderazgo político. Y no es porque no haya personas capaces que lo integren. Tampoco creo que sobren técnicos porque lo bueno jamás sobra. Lo que sucede es que cada quien debe hacer su trabajo. El liderazgo por definición viene de arriba y el líder natural es el presidente elegido. Sujetos a este liderazgo primero deben estar el presidente del Consejo de Ministros y sus ministros, quienes a su vez tienen que ejercerlo dentro de su sector. Una cuota importante también se sitúa en el Parlamento, donde, aunque el principal poder lo tiene la oposición, la experiencia ha demostrado que bancadas pequeñas pero organizadas pueden liderar y definir el rumbo.

Lo que está pasando en nuestro país es que el líder principal, el presidente de la República, no está mostrando un comportamiento a la altura de las dificultades. Porque las emergencias se suceden día a día y las denuncias surgen con la misma rapidez y lo que se requiere en ese caso es una figura segura, serena, que esté presente o haga sentir presencia a través de sus representantes. Pedro Pablo Kuczynski tiene que mostrarse como un personaje activo y no reactivo. Necesita transmitir la seguridad de que alguien que sabe lo que hace está al mando. El Perú no navega precisamente por aguas tranquilas. Observamos, sin embargo, un estilo de navegación que más parece a la deriva y esto alimenta (y complace) a los fanáticos de la mano dura, el autoritarismo y el golpe. Lo sucedido en los últimos días con el caso del aeropuerto de Chinchero es clamoroso. Idas y venidas, suspensiones y anuncios de que el proyecto sí va se han sucedido sin que en ningún momento veamos una posición política firme y un sustento legal y técnico que apoye las decisiones. Dentro del equipo de gobierno una vicepresidenta ha dicho que el contrato está mal hecho y que debe revisarse y el otro ha salido a defender la necesidad de firmar la adenda y seguir adelante. El presidente aparece en medio de todo esto como una figura casi decorativa que va a poner una primera piedra obligado por las circunstancias.

Pedro Pablo Kuczynski no fue elegido por ser un líder carismático de presencia fuerte y manejo político sagaz, pero vendió la idea de que el suyo sería un gobierno de eficiencia, trabajo consistente, limpieza moral y recuperación del letargo económico. Para cumplir con sus promesas tiene que asumir una actitud más firme, debe dar confianza y atraer a quienes no estuvieron nunca convencidos por su discurso sino que votaron por él en oposición a alguien que no querían. Aunque ya no es candidato, el presidente tiene que darse cuenta de que ese sector de la sociedad debe ser conquistado para poder contar con el apoyo que requiere llevar adelante los más de cuatro años que quedan de gobierno.

La aprobación presidencial decreciente no es otra cosa que el reflejo de la desazón que causa no sentir que alguien fuerte en el buen sentido de la palabra está al mando. Que es alguien que puede y debe asumir sus decisiones, sostener las ventajas de las mismas, resistir el embate de las críticas y buscar apoyo para sus iniciativas. Esta postura definida tiene que ser asociada sobre todo a la lucha contra la corrupción y la inseguridad ciudadana, problemas que están mucho más ligados que lo que el ciudadano común parece percibir.

El presidente debe ser claro y consistente en sus posiciones. No puede hacer o decir un día una cosa y luego contradecirse al día siguiente. Menos aún debe mandar callarse la boca a todo el que critica las acciones –o inacciones– del gobierno. Hay críticas fundadas que tiene que saber escuchar y hay otras malintencionadas o erradas. Distinguirlo es parte de su trabajo. Debe también delegar en el primer ministro el manejo de ciertos temas y sencillamente no pronunciarse sobre estos. ¿Quién le ha dicho que debe responder sobre todo o tomarse fotos con todos? Hay muchas ventajas en tener una separación entre jefe de Estado y vocero de gobierno. Aprovéchenlas. Fernando Zavala puede perfectamente asumir un mayor protagonismo en los temas del día a día y PPK dedicarse más a reforzar su presencia política, tomar las iniciativas y propiciar reuniones de trabajo con otros líderes, con agenda determinada y en Palacio de Gobierno. No para la foto sino para lograr acuerdos reales que permitan avanzar.

El presidente sabe que el recreo acabó hace rato y no le falta gente honesta y capaz dispuesta a trabajar por nuestro país. Pero se requiere un liderazgo político que atraiga, convenza y transmita una sensación de seguridad. No es demasiado tarde para tomar el timón pero es necesario hacerlo ya.