Regular (la epidemia), por Dante Nieri*
Regular (la epidemia), por Dante Nieri*
Dante Nieri

El economista Enzo Defilippi, viceministro de Economía durante el gobierno anterior y columnista de este Diario, publicó la semana pasada el artículo .

En él, nos explica por qué cabe regular más a un sector ya sobrerregulado (tanto que ni siquiera puede suspender el servicio a los que no pagan). Reclama una ley que obligue a los colegios a incluir en su pensión los útiles escolares, de modo que los padres no pierdan tiempo en su adquisición. Sostiene, además, que no lo hacen porque eso elevaría su pensión y no les conviene.

El colegio donde trabajo sí incluye libros, materiales, seguro de accidentes y otros dentro de su pensión. Lo hace así desde su fundación, o sea que una ley así no nos afectaría. Pero es indispensable detener esta obsesión por regular a los colegios que a la larga termina perjudicando a padres y alumnos.

Defilippi afirma que no le gusta que el Estado se entrometa en la vida de los privados, pero que en el caso de los colegios se justifica porque no es un mercado competitivo y los clientes son cautivos.

Ignoro en qué estudios se basa para afirmar eso, pero la realidad es que la educación privada es parte de un mercado muy competitivo. Todos los colegios, incluso los más caros, viven muy preocupados por su demanda y por mantener a sus alumnos. El Ministerio de Educación prohibió la evaluación de ingreso a los colegios y ello transparentó algo que ya se sospechaba: no existe la demanda de cinco –o diez– a uno que algunos fantaseaban. La realidad es que los colegios más caros cubren sus vacantes con cierta dificultad y los de los sectores medios y bajos, con gran dificultad, si es que las cubren.

Los padres de familia no son cautivos de un colegio. Lo cierto y constatable es que, cuando los padres no están satisfechos con el servicio, cambian a su hijo a otro. Precisamente porque pueden hacerlo. Además, algunos de los nuevos colegios están recibiendo traslados sin cobrar cuotas de ingreso.

En sectores bajos y medios hay aun más movilidad. Amparados en que no se les puede suspender el servicio por falta de pago, los padres van cambiando a su hijo de colegio, y así logran pagar solo la matrícula. No resulta, pues, tan difícil el cambio. 

La elección de un colegio es un tema muy delicado. Los padres evalúan perfil, costos, ubicación, infraestructura, religión vs. valores laicos, idiomas, deportes, artes, servicios, ambiente, entre otros muchos factores. También hacen visitas, incluso durante horas de clase, y buscan entrevistarse con la dirección o propietario. No es una decisión que se tome a la ligera, y son muy exigentes durante el tiempo que dura la relación con el colegio. Si se ven decepcionados, corrigen su decisión y proceden a cambiar a sus hijos de institución.

La solución del señor Defilippi es, una vez más, una ley pensada solo para un centenar de colegios del país que podrán organizar y costear la logística que supone la adquisición de materiales. La mayoría de colegios que no pueden siquiera asumir una planilla formal tendrá un elemento más que encarecerá innecesariamente su servicio y que, al no poder cumplirlo, hará que estos centros educativos sean pasibles de sanciones por el Indecopi. Se me ocurren otras grandes ideas: incluir el uniforme, la movilidad, la lonchera y un inmenso etcétera en la pensión. ¿Por qué no? 

(*) El autor es directivo del colegio Trener