Renovar el Centro Histórico, por Enrique Bonilla Di Tolla
Renovar el Centro Histórico, por Enrique Bonilla Di Tolla
Enrique Bonilla Di Tolla

El reciente sismo ocurrido en Chile de 8,4 en la escala de Richter ha encendido las alarmas sobre la posible ocurrencia de un movimiento telúrico de similares o mayores características en nuestras costas centrales, en particular en Lima y Callao, donde hoy viven millones de personas.

Tenemos zonas vulnerables expuestas a sismos y tsunamis, asentamientos humanos en laderas sujetas a deslizamientos y lugares con mala calidad de suelos como ciertas partes de

También hay casos complicados como el , que, pese a ubicarse en un suelo de buena calidad –mezcla natural de arena y piedra que llamamos hormigón–, es vulnerable debido al pésimo estado de sus edificaciones y a las condiciones de hacinamiento en las que viven los pobladores de Barrios Altos, Monserrate y el Rímac.

El adobe y la quincha, materiales predominantes en las edificaciones del Centro Histórico, humildes plebeyos desde nuestra perspectiva actual, no son malos. Si bien no son muy resistentes frente al noble concreto, podrían encarar mejor un movimiento sísmico si estuvieran en buen estado de conservación, no humedecidos por tuberías rotas y con estructuras de madera y caña atacadas por insectos xilófagos, como están muchas casonas en el viejo casco limeño.

Establecido el problema, la pregunta es ¿por qué no se realizan acciones de renovación urbana en el Centro Histórico? La respuesta es compleja, pero empecemos por lo más importante: la propiedad. Cualquier acción estatal se ve limitada a intervenir en predios privados y muchas veces es difícil identificarlos debido al desinterés de sus propietarios, tanto públicos como privados. Por ello, será necesario contar con un marco legal que regule este tipo de intervenciones y fomente la posibilidad de alianzas público-privadas para la renovación.

Otro tema por tratarse es el patrimonial. La declaratoria de parte –no la totalidad– del Centro Histórico como Patrimonio de la Humanidad en 1993 no es un llamado a la paralización. Por el contrario, la declaración de la –como lo sabemos quienes participamos en el proyecto– se basó fundamentalmente en la voluntad de recuperación que entonces representaban las instituciones que lo propiciaron: el Instituto Nacional de Cultura, la Municipalidad de Lima y el Patronato de Lima. El Centro Histórico es un patrimonio vivo y para seguir así debe renovarse.

Por eso, urge un programa. Este es un proceso complejo de intervenciones orientadas básicamente a introducir obras nuevas en un contexto de valor patrimonial, respetando y acompañando los monumentos de valía con arquitectura nueva, cuyas características básicas de alineamiento, altura y volumen no alteren la configuración urbanística. Esto es perfectamente posible en sectores como Monserrate, Barrios Altos y parte del Rímac, que están fuera del perímetro del área declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. 

Es cierto que no podemos hacer nada por evitar un sismo, pero es nuestra obligación estar prevenidos y realizar a tiempo las acciones correctivas. Hay una población en peligro y hay que actuar.