Los retos de la educación financiera, por Paul Rebolledo
Los retos de la educación financiera, por Paul Rebolledo
Paul Rebolledo

Hace unas semanas el Congreso aprobó el retiro del 95,5% de los fondos pensionales para los afiliados mayores de 65 años. Esta noticia ha sido criticada por algunos y celebrada por otros. Independientemente de ello, dicha aprobación origina que el recién jubilado deba tomar una serie de decisiones financieras inesperadas respecto al futuro de su dinero. 

En este contexto, vale la pena reflexionar sobre el nivel de los conocimientos financieros del peruano promedio y los retos que ello implica. Al respecto, la Encuesta de Medición de Capacidades Financieras de la Corporación Andina de Fomento, publicada en el 2014, muestra que aún hay mucho camino por recorrer para mejorar en planificación financiera, el conocimiento sobre productos financieros, las conductas y actitudes hacia el dinero y los conceptos básicos sobre finanzas. 

Así, por ejemplo, la gran mayoría de peruanos tiene problemas serios para el cálculo de tasas de interés (a nivel nacional, solo el 17% fue capaz de dar una respuesta correcta). Asimismo, solo el 19% dice tener una cuenta de ahorros y alrededor del 52% no realiza un presupuesto familiar. En general, los puntajes de medición se ubican por debajo del promedio de las naciones andinas. Esto muestra graves deficiencias en la educación peruana y es uno de los mayores retos para la educación financiera.

Adicionalmente, estas deficiencias generan mitos que pueden llevar a errores importantes en las decisiones de ahorro. A inicios de los 90, por ejemplo, la confianza a ciegas en que entidades no reguladas –como CLAE– seguirían brindando rentabilidades muy altas, sin importar el riesgo de sus inversiones, significó el descalabro patrimonial para muchos hogares. La dura lección de este episodio significó sospechar de aquellas inversiones que brindan altas rentabilidades sin clara explicación. 

Más adelante, durante el 2007, el alza vertiginosa de precios de las acciones locales invitó a muchos a invertir en las mismas ya sea directamente (vía una sociedad agente de bolsa) o indirectamente (vía un fondo mutuo), nuevamente sin ponderar de manera adecuada el riesgo de esta inversión y, muchas veces, con un horizonte cortoplacista. La caída de los precios de las acciones locales al año siguiente dejó a muchos desencantados de invertir en bolsa o en fondos mutuos, pese a que buena parte de la frustración fue ocasionada por la subestimación del riesgo y la ausencia de diversificación. Asimismo, la anualización de rentabilidades de corto plazo y el pensamiento equivocado de que los instrumentos de renta fija (o los fondos mutuos de dicha renta) no ocasionan pérdidas forman parte de las deficiencias educativas.

Al respecto, los esfuerzos para informar sobre los productos financieros aún son insuficientes. En principio, la disponibilidad de la información financiera por parte del ahorrista no necesariamente asegura la toma de decisiones más apropiadas para escoger entre distintas alternativas. 

En este sentido, los esfuerzos de educación financiera deben estar orientados a generar competencias. Esto es, que ofrezcan conocimientos y desarrollen habilidades financieras en los ciudadanos.

Ahora que el ingreso promedio de los peruanos aumenta, la necesidad de gestionar eficientemente los ahorros se vuelve prioritaria. En este ámbito, el desarrollo de una estrategia nacional de educación financiera es vital. La experiencia de países como Costa Rica o Brasil señala que, luego de un diagnóstico pormenorizado de la situación, es necesario identificar objetivos, segmentos, alcances y plazos, además de establecer una metodología adecuada y los recursos educativos a emplear. Por último, los factores críticos de éxito recaen en el liderazgo de las instituciones públicas (el Ministerio de Educación, por ejemplo), la independencia y buena imagen de los reguladores, la participación activa del sector privado y una estrategia cohesionada y articulada, en oposición a esfuerzos difusos.