Una revolución público-privada, por Piero Ghezzi
Una revolución público-privada, por Piero Ghezzi
Piero Ghezzi Solís

Todos los países que han logrado el desarrollo lo han hecho mediante una fuerte alianza público-privada. El Perú debe seguir un camino similar. Es una relación complicada: el sector privado desconfía de un Estado que, en general, no funciona y que le impone trabas; y muchos funcionarios desconfían de un sector privado al que perciben como gestor de intereses sin visión de país.

Es necesario reducir esta mutua desconfianza. Nuestra experiencia en Produce con las mesas ejecutivas, creadas como parte del Plan Nacional de Diversificación Productiva, muestra que es posible.

En las mesas ejecutivas que hemos organizado, representantes de los sectores privado y público se reúnen semanalmente para resolver los problemas de un sector o algún factor transversal (logística o innovación, por ejemplo). El objetivo es aumentar la productividad, no compensarla con exenciones tributarias.

Las mesas ejecutivas responden a tres problemas. Primero, la falta de coordinación público-pública. El sector privado se enfrenta cotidianamente a una serie de entidades que no coordinan entre sí. Esto genera acumulación de trabas burocráticas. Segundo, falta de coordinación público-privada. El Estado honesto ha mantenido una distancia quizás excesiva con el sector privado, por temor a acusaciones de rentismo o corrupción. Pero a menudo eso resulta en normas inefectivas o contraproducentes. 

Tercero, el limitado “ancho de banda” del Estado: el funcionario promedio no tiene una mentalidad abierta para escuchar al privado, aprender y resolver problemas. Un reciente editorial de “Semana Económica” dice: “[...] se deberían apuntalar formas de colaboración público-privadas como las mesas [...], donde se trabaja transparente e intersectorialmente para que el Estado no obstaculice la inversión, sin por ello poner a los funcionarios al servicio de intereses particulares o subalternos”.

Las mesas ejecutivas han generado numerosos impactos significativos. Por ejemplo, gracias al trabajo de la mesa forestal, registrar una plantación forestal toma ahora tres días; antes tomaba de seis a doce meses. Y se puede extraer madera automáticamente; antes la autorización demoraba hasta ocho meses. Además, el Organismo de Supervisión de los Recursos Forestales (Osinfor) implementó carga cero y creó el Sistema de Información Gerencial (SIGO), que da cuenta de la legalidad de la madera extraída de los bosques. Esta mesa ejecutiva también impulsó la creación de un fondo de financiamiento.

Por su parte, gracias a la mesa acuícola se eliminaron requisitos que se exigían a acuicultores pero que correspondían a la pesca extractiva, y se eliminaron trámites duplicados entre OEFA, el Organismo Nacional de Sanidad Pesquera (Sanipes), la Autoridad Nacional del Agua y Produce. Además, ha ayudado a que la autoridad sanitaria esté encaminada hacia la excelencia. El Sanipes está abriendo el mercado de langostinos a China. La mesa logística, en tanto, ha permitido reducir de seis a menos de dos horas el tiempo de espera de los camiones para su ingreso al puerto.

Muchos logros son normativos o de gestión pública. Ahí están los problemas más agudos de la actividad productiva, y son de más inmediata resolución. Pero es importante resaltar dos temas. Primero, las mesas ejecutivas no solo deben destrabar, también pueden proveer información al Estado para tomar decisiones (por ejemplo, sobre infraestructura). Segundo, resolver problemas es muy importante, pero más importante aún es que son una herramienta para aprender a identificarlos y resolverlos.

Por ejemplo, a partir del conocimiento acumulado se podría contemplar una mesa ejecutiva para ayudar a solucionar problemas de tránsito en Lima, u otra para crear un mercado de capitales.

Esta metodología ya ha generado interés internacional. El profesor de la Universidad de Harvard Ricardo Hausmann dice que es el modelo más efectivo para la diversificación productiva; y el profesor Charles Sabel, de la Universidad de Columbia, afirma que las mesas ejecutivas son una gran invención y que ojalá tengan el futuro que merecen.

Ese futuro depende de aceptar que el desarrollo requiere una colaboración público-privada. Para que sea fructífera, debe haber un diálogo fluido, transparente y de detalle. La diversificación productiva la lidera el sector privado. El Estado debe facilitarla, mejorando lo que normalmente ha hecho mal. Es un trabajo de hormiga, pero el efecto acumulado de muchas medidas puede superar al de una gran reforma.
Puede ser una revolución.