(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Mercedes Araoz

El pueblo dio un mandato al partido Peruanos por el Kambio (PPK): la responsabilidad del Ejecutivo. Y a Fuerza Popular, el control del Congreso. El Gobierno no puede hacer reformas para el bienestar de la población ni implementar políticas públicas sin la acción legislativa del Congreso. Tampoco puede haber continuidad en esas políticas si cae un ministro cada tres meses y medio, en promedio. El mandato del pueblo, entonces, ha sido que nos pongamos de acuerdo para gobernar. Nos ha entregado, al Gobierno y a la mayoría parlamentaria, una corresponsabilidad para dirigir los destinos de la nación.

No podemos traicionar ese mandato con diatribas, enfrentamientos y peleas mediáticas constantes. Esto nos devalúa a todos. Tenemos que ponernos a trabajar juntos para resolver los problemas de la gente. Debemos estar a la altura de esa responsabilidad, buscando consensos y acuerdos sobre los temas fundamentales para los peruanos. Cada quien en lo que le corresponde. El Congreso enriqueciendo y aprobando leyes para el desarrollo, haciendo control político responsable y constructivo, en representación de la gente. Y el Gobierno gestionando eficiente y transparentemente los recursos y desarrollando acciones, especialmente para los menos favorecidos.

Los políticos debemos reconocer el lugar privilegiado en el que nos encontramos. Tenemos la capacidad de cambiar la realidad de millones de personas, de impactar en su vida diaria. Pero esa capacidad es limitada en tiempo y eso convierte el privilegio en una gran responsabilidad. Mi experiencia en la vida política, tanto como ministra, congresista, vicepresidenta de la República y ahora primera ministra, me ha enseñado la importancia del consenso y el diálogo para poder sacar adelante las soluciones que se esperan e impactan en la vida de cada peruano.

Luego de años de crecimiento económico, los retos que aún afrontamos en materia social, institucional y política son profundos. Desde que hicimos el plan de gobierno de PPK, tomamos conciencia de que los cambios que requerimos son estructurales y que debemos trabajar con seriedad en ellos. Por eso, nuestro presidente Pedro Pablo Kuczynski propuso hacer una revolución social, que no es otra cosa que darles agua potable y saneamiento básico a las familias que aún no la tienen; educación y salud públicas de calidad, seguridad ciudadana con una policía que recupere autoridad, legitimidad y empatía con la población, que luche decididamente contra el crimen de todo tipo (menudo y organizado). Asimismo, ayuda técnica, mercados y vías de acceso para agricultores, ganaderos y pescadores; reglas claras para empresarios y emprendedores; una justicia predecible, imparcial y expeditiva para todos; entre otras tareas que como sociedad tenemos pendientes.

Es obvio que no es fácil lograr todo eso en cinco años. Son reformas profundas que nos pueden tomar más tiempo, pero lo importante es empezarlas, para fijar nuestro sueño republicano.

Una revolución social cumpliendo una agenda que permita cerrar finalmente las brechas que nos impiden avanzar y limitan la igualdad de oportunidades, que no nos dejan ser realmente libres y que dan cabida a las ideologías del odio y del miedo. Y las ideologías del odio se combaten con los ideales de paz. Así lo demostramos hace 25 años cuando derrotamos al terrorismo fratricida de Sendero Luminoso con inteligencia y una correcta estrategia policial. Y es justamente cuando los políticos empezamos a perder la capacidad de reaccionar juntos a las demandas ciudadanas, a construir el ideal de país, cuando se pone en peligro todo lo avanzando en materia de lucha contra la pobreza, desarrollo y justicia social.

En el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española hay hasta siete acepciones de la palabra revolución. Yo prefiero la cuarta: “cambio rápido y profundo en cualquier cosa”. En el Gobierno que lidera el presidente Pedro Pablo Kuczynski nos hemos propuesto hacer un cambio inmediato para mejorar la vida de la gente. Por eso, tenemos metas claras para el bicentenario que coincide con el término de nuestro mandato.

En agua potable y saneamiento básico, que es la prioridad del presidente, esperamos que en el 2021 el 100% de los peruanos que viven en ciudades tengan estos servicios tan básicos como dignos. Estamos trabajando para que en ese mismo plazo ningún peruano, como mínimo, carezca de energía eléctrica, con todo lo que eso significa para su vida.

También para que la cobertura de educación secundaria llegue al 95%. Aspiramos a que, en la prueba PISA que se haga en cuatro años, el Perú alcance el puntaje promedio de América Latina, que salgamos del penúltimo lugar entre los países que se someten a esta evaluación. Hemos declarado una lucha frontal contra la anemia, mejorando la dieta de nuestros niños en el programa Cuna Más, asegurando un desarrollo infantil temprano adecuado.

La inseguridad ciudadana es un problema endémico que estamos empezando, poco a poco, a atacar con una estrategia transversal. Esta no solo pasa por acciones policiales, sino que se complementa con labor educativa y social, como lo hacemos en el programa Barrio Seguro.

La rueda de la economía está empezando a moverse, somos optimistas en torno a lo que pasará en los próximos años. Para el 2018 haremos todo lo posible para que cinco grandes proyectos mineros empiecen a invertir los US$10 mil millones que costarán sus operaciones. El compromiso al bicentenario es destrabar inversiones mineras por más de US$50 mil millones. No quiero hacer un rosario de promesas y cifras, solo menciono estos casos para explicarles que sí tenemos esperanza y fe en nuestro país.

Tenemos que ser capaces de ponernos del lado de la gente, entender su realidad, comprender su historia y sentir su necesidad. Para llegar a eso, los ministros debemos obligatoriamente estar en el campo, en la calle, “en la cancha”. Esa visión de funcionario de escritorio está desterrada de esta gestión. Los ministros han estado en las regiones en más de 750 oportunidades. Sí, 750 visitas ministeriales a ciudades y pueblos del país, aun cuando no hayan sido noticia. El presidente ha realizado más de 73 viajes al interior acompañado, en varias oportunidades, por sus ministros y ha estado en cada una de las 25 regiones.

Así como el ministro de escritorio no es ya una opción, tampoco lo es el funcionario oscuro, que hace todo con una doble intención y con una doble moral. Tolerancia cero con la corrupción es una política transversal de gobierno. Nuestro país y la región entera observan con decepción los niveles profundos a los que ha llegado la corrupción en el Estado y en algunas empresas privadas, y cómo la corrupción nos ha robado miserablemente oportunidades y bienestar. No vamos a permitir que estas redes sigan avanzando, y tenemos el compromiso de combatir este flagelo por todos los frentes. Seremos un Gabinete de puertas abiertas con todos nuestros ciudadanos y con cada una de las bancadas presentes en el Parlamento, no solo para propiciar el trabajo conjunto sino la vigilancia permanente.

Winston Churchill, ex primer ministro del Reino Unido, decía que “el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar no en las próximas elecciones sino en las próximas generaciones”. Seamos estadistas, los ministros y los congresistas. Las nuevas generaciones valorarán nuestro esfuerzo.