Reynoso: literatura y política, por Pedro Llosa Vélez
Reynoso: literatura y política, por Pedro Llosa Vélez
Pedro Llosa Vélez

Hace 50 años publicó la novela “”. El libro fue duramente criticado por el supuesto contenido obsceno de una prosa cargada de coloquialismos explícitos y descarnados, así como por sus aparentes intenciones políticas. Aunque algunas de sus virtudes no pasaron desapercibidas para escritores como Martín Adán, o el propio Vargas Llosa (“… tiene los altos méritos –raros, entre nosotros– de la insolencia y de la ambición”), han sido el tiempo y sus numerosas reediciones los que han reivindicado y convertido a este libro en pieza fundamental de nuestra literatura.

Pero Reynoso es un escritor marxista, y resalto el “pero” porque ese ha sido un rótulo que –para bien o para mal– siempre ha estado adherido a su obra y a la recepción de la misma. No son pocos los intelectuales peruanos que descalifican su trabajo, o que, concesivos, reconocen sus méritos “a pesar” de su ideología. Asegura Miguel Gutiérrez que en 1965 cierta crítica se sintió disgustada con la novela de Reynoso por “la manera explícita y beligerante con que el autor defendía su ideología política”. Es entendible que ser marxista, a la luz de nuestra historia contemporánea reciente, genere parálisis, estupefacción o rechazo en más de uno, pero así como hay una diversidad de matices en las formas en que cada uno materializa sus ideas en su actuar cotidiano, los hay también para llevar una ideología al campo de la creación. 

Existe un abismo de distancia entre la literatura burdamente politizada y panfletaria, y la inevitable ideología desde la que todo escritor concibe el mundo real y desde la cual retrata sus ficciones. El desafío está en que las creencias del autor no asfixien a sus historias y las conviertan en prescindibles proclamas de corta vida, sino que más bien contribuyan a formar el tono y el orden necesarios para construir ficciones íntimas y logradas donde lo ideológico –aunque omnipresente– sea implícito y sutil.

“En octubre no hay milagros” es una novela en la que el esmerado y permanente cuidado del lenguaje, así como su honesto y visceral temple narrativo, la sitúan en las antípodas de ese “realismo socialista” que antaño convirtió a otras novelas en artificios utilitarios y perecederos. La de Reynoso hoy se lee y se estudia porque en su proyecto narrativo el autor supo amalgamar sus preocupaciones éticas con las estéticas para describir una Lima que hasta hoy se siente, se oye y se sufre. Por ello, hace pocos días la Casa de la Literatura celebró este medio siglo con dos jornadas de ponencias y discusiones sobre esta obra.

En la Lima periférica y en provincias los libros de Reynoso se conocen y reconocen, algunos en masivas ediciones populares. A lo largo de su vida ha recibido y asesorado a cantidades de escritores jóvenes, y el magisterio ha sido su otra columna vertebral. Quizá por eso es un hombre accesible sin resquicio alguno de vanidad.

Su incomodidad frente al orden reinante y su eventual irreverencia, así como su prosa poética y su generosidad, son partes de un todo inseparable. Sus convicciones políticas, entonces, no pueden ser un ornamento “a pesar del cual” es lo que es. Ellas son, como con cualquier escritor, un elemento consuetudinario sin el cual él ya no sería él, y su obra tampoco sería aquella que celebramos hoy.