(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
José Ignacio Beteta

“A río revuelto, ganancia de pescadores”, dice el dicho. Sin embargo, lo que se tiene que hacer es definir quiénes son esos pescadores, según la ocasión. En el río turbulento de nuestra difícil coyuntura, es evidente que podrían ganar los que se dicen de oposición, los ‘outsiders’, los extremistas, los antisistema y los que quieren captar reflectores.

Sin embargo, este descontrol también ha generado nuevos ganadores más difíciles de percibir, que bien podríamos llamar ‘pasa piola’. ¿Quiénes son? Se trata de aquellos funcionarios que, camuflados en el ruido, no cumplen cabalmente con su trabajo; no ejecutan la inversión que deben y no realizan las reformas que se requieren. El contexto les viene bien, ya sea porque lo aprovechan para atornillarse en sus cargos o porque les permite evadir iniciativas y cambios con los que no están de acuerdo.

Analicemos, en primer lugar, la ejecución presupuestal de dos sectores críticos: Salud y Educación. Para agosto de este año, la ejecución presupuestal general del Ministerio de Salud (Minsa) no alcanzaba el 15%. La del Ministerio de Educación (Minedu) raspaba el 30%. Al mes pasado, según la página de Transparencia Económica del Ministerio de Economía y Finanzas, el panorama ciertamente era igual de magro.

El avance del Minsa en inversión pública no supera el 42% y en infraestructura y equipamiento para salud colectiva no llega al 33%. El Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas (INEN), por ejemplo, solo ha ejecutado el 27% de su presupuesto de inversión. Sin embargo, paradójicamente, la ejecución que no se detiene es aquella en cursos de formación, diplomados y capacitaciones para los funcionarios del sector, que hasta noviembre superaba el 92% (más de 530 millones de soles).

En Educación las cifras generales también son críticas. El avance en inversión pública llega solo al 65% y en comparación al 2016, encontramos que la ejecución es menor en absolutamente todos los rubros. En educación primaria, por ejemplo, la inversión se redujo en 26 puntos porcentuales. Mientras que en educación superior cayó 23 puntos porcentuales con respecto al año anterior.

Pero veamos los temas de fondo. En Educación, entre otras cosas, se dejó pendiente la renovación y mejora del programa Beca 18. También se dejó en silencio la reforma de la malla curricular para que incluya contenidos que promuevan la equidad de género. Pero quizás lo más grave es que, después de la huelga que protagonizaron los docentes en diversas regiones del país, las evaluaciones en el aula siguen suspendidas debido a una supuesta revisión de la metodología, sin un plazo concreto en el cual se rinda cuentas sobre este punto.

En el sector Salud el tema es igual de crítico. Se abandonó la reforma y mejora del sistema de compra y evaluación de medicamentos. La necesidad de reforzar la rectoría del Minsa en las regiones sigue siendo una buena idea sin ningún viso de concreción. El intercambio prestacional, obligatorio por ley y prioritario para darle más oportunidades de atención a nuestros pacientes, no funciona. Y, finalmente, nada se ha hecho para reformar el trabajo de los médicos del Estado, de modo que utilicen obligatoriamente guías de prácticas clínicas, protocolos predecibles de atención y cumplan sus horarios de trabajo.

Lamentablemente, lo que viene ocurriendo en estos sectores sucede también en otros ámbitos. Y aunque no se busca responsabilizar a personas en particular, es necesario echar luz sobre esta realidad porque el desarrollo de nuestros niños y jóvenes depende principalmente del trabajo eficaz y eficiente de estos ministerios.

La prensa, los políticos y nosotros mismos estamos tan saturados de Kuczynskis, Keikos, Kenjis, vacancias e indultos que olvidamos por completo pensar en las bases del desarrollo sostenible del país. Y lo cierto es que, si esta crisis no pasa rápido, el 2018 será otro año de parálisis. Tarde o temprano, todos perderemos; incluso aquellos funcionarios ‘pasa piola’ que aún sobreviven en la penumbra.