Adriana Urrutia

Las instituciones peruanas demostraron ser resilientes a los intentos autócratas de acabar con la . Según los datos presentados por César Huaroto (@huaroto_cesar), basándose en el Índice de Democracia Deliberativa, el golpe castillista cierra un ciclo, tras el cual se iniciaría un periodo de mejora de la calidad democrática, correspondiendo al patrón “en zigzag” de los últimos 70 años. Se establece así un punto de partida: el inicio de un proceso de transición que requiere que pensemos cómo y a dónde queremos llegar.

No hay nada que celebrar. El Perú ha sufrido un deterioro de la confianza en el sistema y el principal reto es recuperarla. Necesitamos resetearnos.

Según el Barómetro de las Américas, el apoyo a la democracia en el Perú cayó del 63% en el 2008 al 50% en el 2021, mientras que la satisfacción con la democracia cayó del 52% en el 2012 al 21%. Además, más del 88% cree que más de la mitad o todos los son corruptos. Aunque las causas de estos problemas pueden rastrearse hasta la década de 1980, la nefasta gestión del expresidente no hizo nada para atenderlos.

Aquí algunos puntos (no son los únicos) para discutir rutas que nos dejen en un partidor distinto de en el que estamos hoy. La prioridad es edificar la confianza y tenemos una única oportunidad.

Punto uno: restablecer la capacidad del Estado. En un contexto donde, entre múltiples crisis, atravesamos una de las peores sequías en medio siglo y nos hemos convertido en el país con mayor inseguridad alimentaria en Sudamérica (FAO, 2021) es necesario que el Estado vuelva a funcionar. Según los reportes de la Plataforma Vigilantes a lo largo del gobierno Castillo se hizo evidente una “frágil institucionalidad, la ausencia de una gestión transparente y de personal idóneo”. El sector público debe volver a hacer lo mejor que pueda para garantizar el bienestar de los ciudadanos. Urge un gabinete ídoneo e íntegro.

Punto dos: restablecer el vínculo con los representantes. El 86% de los ciudadanos desaprueba al actual Congreso (IEP, noviembre 2022). En lo inmediato, el Gobierno debe rendir cuentas y los congresistas cumplir otro papel. No hay fórmulas mágicas, pero ciertos caminos ya han sido discutidos. Las reformas políticas no son algo étereo, son un primer elemento para generar reglas para otros resultados. La presidenta lo ha dicho: es una cuestión urgente. Para darle legitimidad, deben ser debatidas dentro y fuera del Parlamento, e incluir las preocupaciones de los departamentos del país. El adelanto de elecciones es otra opción que la ciudadanía respalda.

Punto tres: generar consenso político. Necesitamos proponer mecanismos que pongan fin a la política de la confrontación para escucharnos y construir agendas que reduzcan los incentivos para la polarización. Plantear metas precisas, flexibles, como resultado de un proceso de deliberación permanente con los múltiples actores que conforman nuestra sociedad, dará orden a la esfera pública.

No necesitamos ahorita medidas efectistas, sino importantes. Necesitamos priorizar las garantías para que nuestro futuro sea en democracia plena, porque esa posibilidad se puede realmente disolver.

Adriana Urrutia es presidenta de la Asociación Civil Transparencia