(Ilustración: Victor Sanjinez)
(Ilustración: Victor Sanjinez)
Jessica Luna

La apertura comercial y los tratados de libre comercio (TLC) han sido fundamentales para el crecimiento y la reducción de la pobreza, convirtiendo al comercio exterior en un motor de la economía. Sin embargo, aún existe un sector del empresariado con ideas retrógradas, que sostiene que deberíamos “escoger” con quienes negociamos los TLC, ya que no todos serían beneficiosos. Se trata del mismo sector que se opuso a los TLC con EE.UU. y China, y que clama protección del Estado para solapar ineficiencias y falta de competitividad. Los resultados que estos instrumentos han traído, sin embargo, rebaten sus falsos argumentos.

Dicen que los TLC no han diversificado la oferta exportable. Falso. Las exportaciones totales pasaron de US$6.956 millones a US$36.313 millones entre los años 2001 y 2016, mientras que las no tradicionales –que generan mayor valor agregado y empleos– se cuadruplicaron (de US$2.633 millones a US$10.833 millones en el mismo período). Además, desde el TLC con EE.UU., las exportaciones no tradicionales a dicho destino crecieron 98% y con China, 38%.

Señalan que las importaciones son perjudiciales. Otra mentira. La apertura comercial implica vender productos en los que somos más competitivos y eficientes, y comprar aquellos en los que no lo somos. ¿Quién gana? El consumidor. Los TLC permiten importar bienes de capital e intermedios para la industria a menores costos, haciéndola más competitiva. Las importaciones de bienes de capital e intermedios de China aumentaron 60% y 58%, respectivamente, entre los años 2010 y 2016, y los aranceles pagados cayeron un 86% y 24%, respectivamente.

Minimizan los resultados del sector agroexportador, que se ha posicionado como segundo sector exportador después de la minería y ha generado una revolución social descentralizada. Las agroexportaciones pasaron de US$270 millones en 1993 a US$5.563 millones en 2016. Hoy los desiertos de la costa son tierras productivas que generan desarrollo en el campo e industria. El empleo en el sector se ha duplicado y multiplicado por 7 la participación de mujeres. En los próximos diez años, generará 750.000 nuevos empleos (cinco empresas agrícolas figuran entre los primeros 20 empleadores del Perú) y paga sueldos que son más del doble que los del agro informal.
Atribuyen a la competencia de productos asiáticos la caída del sector textil. Falso. La producción nacional ha perdido competitividad debido a razones como la incapacidad de adaptación a las nuevas tendencias globales, falta de innovación, así como la prohibición del uso de semillas genéticamente modificadas de algodón, principal insumo del sector. Atribuir a los TLC el desempeño del sector es pedir al Estado que rescate a los privados por sus malas decisiones.

Se oponen al TLC con India por no ser beneficioso. Nuevamente equivocados. India es un mercado de 1.300 millones de personas, con un PBI 21 veces más grande que el de Perú, que crece 7,3% por año y tiene una creciente clase media. Es un mercado con un enorme potencial para nuestras exportaciones no tradicionales, como las frutas y hortalizas que enfrentan altos aranceles (café 56%, uvas, paltas, arándanos y espárragos 30%), la joyería y el sector servicios. A pesar de estos altos aranceles, nuestras exportaciones han crecido 141%, en los últimos cinco años. Claramente podemos vender muchísimo más con un TLC.

Los TLC son una gran herramienta, ya que vienen generando desarrollo y miles de empleos. Pedir que se suspendan es irresponsable. Lo que debemos exigir es una regulación laboral promotora de empleo, simplificación administrativa, inversión en infraestructura, eficiencia logística, mejora de la calidad de la educación y servicios de salud, pero no desviar recursos con pedidos proteccionistas que todos terminaremos pagando.