Marilú Martens

El no solo ha expuesto nuestras debilidades estructurales, sino que también ha puesto en peligro nuestro crecimiento aumentando la pobreza y el empleo informal, incrementando la inseguridad alimentaria y estancando los avances en la lucha contra la anemia y la desnutrición crónica.

Para el 2019, habíamos logrado reducir la anemia en 3,4 puntos porcentuales en niñas y niños menores de 36 meses. Aunque el problema seguía siendo urgente, se presentaban los primeros avances. No obstante, en el 2020 la cifra se estancó en un 40% y, aunque la meta del Gobierno para el 2021 era reducirla al 19%, con la llegada de la pandemia esto empeoró.

Las medidas contra el COVID-19, sobre todo el aislamiento, afectaron la lucha contra la anemia, pues la mejora en el 2019 estuvo sustentada en una estrategia territorial que priorizaba las visitas domiciliarias de (ACS) para promover buenos hábitos alimenticios y monitorear los casos en menores. Al inicio de la llegada del COVID-19, no se pudo prestar esta asistencia ni tampoco fue posible entregar la suplementación de hierro a los niños.

Sin duda, la labor de visita y cuidado comunitario es fundamental para efectuar los planes de nutrición y salud a nivel nacional. Los ACS realizan un trabajo vital en esta lucha. Su cercanía con las familias y su experiencia en campo los ubican como líderes comunales con gran influencia para cambiar hábitos. De acuerdo con el Minsa, en nuestro país existen más de 35 mil ACS que realizan acciones para promover la salud, la prevención de enfermedades y la nutrición en sus comunidades.

Históricamente, los ACS han contribuido a reducir las problemáticas que enfrentamos como país ofreciendo atención primaria en salud en sus comunidades. Se han convertido en importantes aliados en campañas que involucran la salud pública, ejemplo de ello son las iniciativas FORS o Alma Llanera de CARE Perú, donde fueron pieza clave para guiar a la población vulnerable en temas de salud y protección. Esto aumentó la cobertura de vacunación en zonas rurales y urbanas marginales, y contribuyó a reducir el número de muertes maternas e infantiles y ayudaron a la prevención de enfermedades.

Estos actores sociales demuestran que el cuidado comunitario es fundamental para cumplir con los objetivos de desarrollo sostenible. Desde nuestro lado, queda fomentar políticas que ayuden a potenciar su labor: protección, capacitaciones, beneficios, facilidades y más. El trabajo comunitario es un tema del que hablamos poco, pero que necesitamos para construir comunidades saludables, impulsar el desarrollo y alcanzar la prosperidad.

Marilú Martens Exministra de Educación