Donald Trump, presidente de Estados Unidos. (EFE/ Jim Lo Scalzo)
Donald Trump, presidente de Estados Unidos. (EFE/ Jim Lo Scalzo)
Juan Carlos Chávez

Cuando supe que había decidido lanzarse a una campaña por la candidatura presidencial del Partido Republicano quise pensar que era parte del juego.

Estaba seguro de que Trump sería como aquellos que pasaron por la historia democrática del país sin llegar a ser algo más que una anécdota, un soplo ridículo en medio de la disputa por el liderazgo del partido y el futuro de las elecciones presidenciales.

Dios mío, me equivoqué. El resultado ha sido un año de horror para .

Seamos honestos: Trump es un hombre que durante toda su vida adulta hizo lo que le vino en gana y desafió a las autoridades y al sistema establecido. Primero cuando tomó las riendas del negocio de su padre y comenzó a negarles la oportunidad de rentar viviendas y departamentos en sus propiedades a los afroamericanos y otras minorías expuestas. También lo hizo con su imperio de casinos. Dejó de pagarles a sus asociados y declaró en bancarrota hasta cuatro negocios que estaban vinculados en Atlantic City. Así se despojó de sus obligaciones con bancos, empleados y proveedores.

Con esa misma desfachatez y altanería, con esa falta de respeto y absoluta desconexión con la realidad y la clase media trabajadora, Trump ha ido protagonizando su rol como presidente. El costo es grande y continuará agravándose debido a que Trump no solo se siente dueño de la verdad, sino que los líderes que lo criticaron abiertamente, al inicio de la partida, ahora lo secundan y parecen estar rindiéndose frente a las decisiones del nuevo mandatario.

Todas estas observaciones no las menciono por el hecho de sentirme más cercano con los demócratas. Tampoco por cargar con la etiqueta de inmigrante o tener como lengua materna al español. No.

El análisis va más allá de los apetitos personales y los dolores de estómago que me produce leer los tuits del presidente. Nadie me lo está contando. Lo vivo en carne propia.

En este primer año, por ejemplo, Trump ha triturado lo que se había logrado en materia de inmigración: decidió echarle tierra al Estatus de Protección Temporal (TPS) y declarar la pena de muerte –adelantada– al programa para los Recién Llegados en la Infancia (conocido como DACA). Vetó la entrada a ciudadanos de un puñado de naciones musulmanas que, según su entendimiento sobre la violencia, son los semilleros del terrorismo internacional. También le achacó a los mexicanos buena parte de los problemas que lapidan al país.

Su política tiene dividida a la nación. De paso, ha incentivado el poder y las aspiraciones de los grupos supremacistas blancos, sectores que estaban en consistente decadencia, pero que
–en la práctica– se mueven con soltura gracias a los guiños de Trump.

Muchos dirán que todas estas grietas en la sociedad estadounidense son temporales debido a que la economía es mas sólida bajo el paraguas del gobierno de Trump. Argumentarán que el Dow Jones superó por primera vez en su historia 26.000 puntos y las grandes empresas estadounidenses tienen la suficiente confianza para generar nuevos empleos y aumentar el consumo interno del país.

No creo que sea así.

Trump es un mandatario que prefiere apostar a la inmediatez y desestima el proyecto a largo plazo. Lo ha hecho y lo seguirá haciendo: no le interesa mejorar la educación en las escuelas públicas, desconoce la importancia de mantener el equilibrio ecológico y cree que el calentamiento global es cuento chino.

En el marco del sistema de salud, ni se diga. Trump asume que los ciudadanos más necesitados no tienen por qué andar con un seguro médico bajo el brazo y menos aun financiarlo con la ayuda del gobierno. Según Trump, el mercado, sin la ayuda de nadie, se encargará de hacer el bien y poner orden en la casa.

Los simpatizantes de Trump podrán decir también que ha sido el único que logró un triunfo en materia fiscal desde la época de Ronald Reagan. Su reforma, de acuerdo a estas voces, es un canto al cielo pues dará más ventajas a los dueños de negocios y alentará a las familias de ingresos medios y bajos.

Nada más alejado de la realidad. Tanto como el primer año del gobierno de Trump.