(Foto: El Comercio)
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Justiniano Apaza

Ante las expresiones vertidas en el artículo “” escrito por el señor Santiago Roncagliolo y publicado el último viernes en este Diario, me veo en la obligación de hacer algunas precisiones. Respeto su opinión; sin embargo, considero que, tal vez, la lejanía geográfica esté confundiendo al escritor, que hace años decidió radicar en España.  

Es frecuente errar cuando se toman extractos de declaraciones sobre un problema sensible en nuestro país, como es la masiva migración de venezolanos en la actualidad. El escritor parece desconocer que, desde enero del 2017, el Gobierno Peruano, con fines políticos, estableció un régimen excepcional que otorga permiso temporal de permanencia prorrogable por un año a las personas de nacionalidad venezolana que se encuentran en el Perú, lo que las habilita para desarrollar actividades económicas de manera legal en este país (D.S. 002-2017-IN). Este régimen expiraba el último día del 2017; no obstante, el Gobierno decidió extender el beneficio a las personas que ingresen hasta diciembre del 2018 y estableció que el plazo para presentar la solicitud de permiso temporal será hasta el 30 de junio del 2019 (D.S. 001-2018-IN). 

Expresé por diversos medios que esta prórroga era excesiva, que incentiva el ingreso de venezolanos y que debía revisarse. Así también, que el plazo establecido debía servir más bien para que los venezolanos que ya se encuentran en el país (y que según voceros gubernamentales serían 120.000 personas, aproximadamente) regularicen su situación migratoria. Quienes han elegido al Perú como destino para aliviar la crítica situación que padecían en su país de origen deben poder vivir con la dignidad que su condición humana merece. 

Considero que, en pleno siglo XXI y en un mundo globalizado, no se pueden cerrar las fronteras. Aunque creo, eso sí, que todo proceso migratorio debe ser ordenado y atender a las realidades específicas de cada país. En su artículo, el mismo escritor reconoce que cuando decidió tramitar su residencia en España tuvo que cumplir ciertas condiciones. 

Es necesario tener en cuenta que la economía peruana se encuentra en una fase de desaceleración (2,5% de crecimiento en el 2017) y, por lo tanto, hoy no está en condiciones de dar empleo a los aproximadamente 300 mil jóvenes que ingresan al mercado laboral anualmente. Según el Ministerio de Trabajo, 5 millones de jóvenes se encuentran dentro del mercado laboral, mientras que 2,6 millones jóvenes se mantienen fuera. Y lo que es más, la mayoría de los que cuentan con un trabajo tienen un empleo precario, de un horizonte a corto plazo y con bajas remuneraciones. Esta es una realidad que estamos obligados a tener en cuenta como un problema crítico a resolver en nuestro país. 

De otro lado, en el Perú existe una moderna Ley de Migraciones al amparo de la cual seguiremos acogiendo a venezolanos, latinoamericanos, estadounidenses, españoles, chinos y a cualquier ciudadano del mundo. La norma emitida por el Gobierno en enero del presente año incentiva el incumplimiento de la ley migratoria y, con ello, la informalidad y la desigualdad en el trato a los ciudadanos extranjeros de otras nacionalidades. 

Finalmente, es mi impresión que, en su confusión, el señor Roncagliolo esconde un infructuoso intento de desacreditar mis convicciones y trayectoria. Ignora el escritor que por ser consecuente con la defensa de los derechos de los trabajadores y la restauración de la democracia en nuestro país he sufrido persecución, cárcel y destierro.  

Quienes miran la realidad desde lejos jamás comprenderán las necesidades y padecimientos de los que menos tienen, que sí reconocen una trayectoria consecuente. Por ello me han honrado eligiéndome como su representante en cuatro oportunidades, un galardón que muy pocos pueden exhibir.