(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Ricardo Hausmann

El 23 de julio, Alejandro Werner, director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, anunció que la institución calculaba que para fin de año la inflación en Venezuela llegaría al 1’000.000%. En abril, el FMI declaró que se preveía que el PBI de Venezuela estaría 45% por debajo del nivel del mes respectivo del 2013. Estas cifras son alucinantes. ¿Cómo y por qué pudo suceder algo semejante?

La ciencia es mejor respondiendo a preguntas sobre el cómo que sobre el por qué. La biología puede explicar que subimos de peso cuando consumimos más calorías de las que quemamos. Pero no me explica por qué yo suelo hacerlo. Si comprendemos los mecanismos que conducen a ciertos resultados, podemos desarrollar estrategias para detenerlos, prevenirlos, fomentarlos o superarlos. Así, si yo consumo menos calorías y hago más ejercicio, debería bajar de peso.

Sin embargo, comprender el cómo con frecuencia hace que el por qué sea aun más misterioso. ¿El que haya tanta gente con sobrepeso obedece a la falta de conocimientos, a la debilidad de carácter, a una adicción o a un problema con los procesos que causan tanto el hambre como la saciedad?

El premio Nobel de Economía Paul Samuelson elogió a la macroeconomía por haber transformado “el dinosaurio de preguerra en una lagartija de posguerra”. El descubrimiento de los mecanismos que están detrás de las grandes fluctuaciones económicas había llevado a comprender la forma de utilizar las políticas fiscales y monetarias para si no evitar, por lo menos moderar el tamaño de crisis como la de la Gran Depresión (que contrajo la economía estadounidense en un 28,9% entre 1928 y 1933).

Los economistas han sido muy criticados por la gran recesión pos-2008, pero gracias a oportunas acciones fiscales y monetarias basadas en la teoría macroeconómica, el PBI en los Estados Unidos se redujo solo en 3,1%. En Europa, a pesar de los grandes déficits externos que enfrentaban algunos de los países del sur y del este de la Unión Europea cuando comenzó la crisis, y de las rigideces impuestas por el euro, la reducción del PBI se mantuvo en menos del 10% en Irlanda, Italia, Portugal y España, países fuertemente afectados. En este caso también las medidas agresivas –y polémicas en ese momento– que se tomaron, en especial por parte del Banco Central Europeo, contribuyeron a contener las consecuencias del casi colapso del sistema financiero global.

Entonces, ¿cómo puede ser que en Venezuela se produzca una contracción del PBI que eclipsa a la de la Gran Depresión, a la de la Guerra Civil española (el PBI cayó un 29%) e incluso a la de la reciente crisis de Grecia (cuando la economía se contrajo un 26,9%)? ¿Y cómo puede suceder esto mientras se genera una hiperinflación de una magnitud solo vista en la Alemania de 1923 o en la Zimbabue del 2008-2009?

La respuesta es sorprendentemente sencilla. El gobierno utilizó el auge del petróleo que comenzó en el 2004 para ‘desempoderar’ a la sociedad y aumentar el control del Estado sobre la producción y el mercado, al mismo tiempo que se endeudaba de manera masiva en los mercados internacionales. A pesar de que el control estatal perjudicó la producción, el gobierno logró proteger a la ciudadanía de las consecuencias de esto a través de importaciones subvencionadas, con lo que se deterioró aun más la producción nacional.

Para el 2013, el excesivo endeudamiento del gobierno había hecho que este perdiera el acceso a los mercados internacionales de capital, lo que desencadenó el principio de la recesión. En el 2014, el precio del petróleo experimentó una fuerte caída, lo que hizo insostenible el nivel previo de importaciones y provocó un colapso mucho más agudo. Era evidente en ese entonces que el gobierno necesitaba modificar su rumbo. Incluso algunos miembros de la administración de Nicolás Maduro propugnaron regresar a políticas más favorables al mercado y aceptar ayuda financiera internacional. En lugar de ello, el gobierno endureció aun más su postura, lo que se tradujo en una intensificación de los controles que distorsionan la economía.

A fines del 2015, también era evidente que se aproximaba una catástrofe, e incluso que se estaba creando una hambruna. Nada se hizo para evitar esto. Los ofrecimientos de ayuda humanitaria fueron rechazados. Frente al colapso de las importaciones, exportaciones y los ingresos fiscales, el gobierno optó por imprimir el dinero necesario para cubrir el déficit fiscal, detonando una hiperinflación.

Si bien el cómo del colapso venezolano está claro y fue predicho ex ante, el por qué es más difícil de responder. ¿Por qué, teniendo ante sí alternativas claramente formuladas, optó el gobierno por una vía predeciblemente desastrosa, con un costo humano tan alto?

Existen tres posibles explicaciones: ignorancia, intención o lo que los economistas llaman interacciones estratégicas. Comencemos con esta última. En un estudio realizado en 1991, Allan Drazen y Alberto Alesina sugirieron que es posible que la estabilización económica se vea demorada cuando dos grupos opositores están atrapados en una guerra de desgaste; todos comprenden que un ajuste es necesario, pero cada cual espera que el otro pague los costos del ajuste. En la demora, los grupos se proporcionan información uno a otro acerca de cuán dispuestos están para sobrellevar el dolor. El proceso continúa hasta que uno de los dos grupos capitula y asume los costos del ajuste a fin de beneficiarse de la estabilización. Sin embargo, en un régimen totalitario como el de Venezuela –y con Cuba a cargo de las decisiones sobre reforma– es difícil saber quién está atrapado en una guerra de desgaste con quién.

La ignorancia es una explicación débil. Es verdad que en el gobierno no hay ningún ministro con estudios de economía, y que Maduro apenas terminó la escuela secundaria; no obstante, en su momento muchos chavistas abogaron por un giro de política en una dirección más sensata. Si el gobierno es ignorante, su ignorancia fue una decisión deliberada.

La ignorancia es una explicación débil. Es verdad que en el gobierno no hay ningún ministro con estudios de economía, y que Maduro apenas terminó la escuela secundaria; no obstante, en su momento muchos chavistas abogaron por un giro de política en una dirección más sensata. Si el gobierno es ignorante, su ignorancia fue una decisión deliberada.

La única forma de salir de la crisis era volver a empoderar a la sociedad dándole la capacidad de organizar una producción basada en el mercado que supliera las necesidades de la población. Pero ese era anatema para el régimen. Frente a la opción de volver a empoderar o hacer pasar hambre a la ciudadanía, el régimen optó por esto último y sobornó, a través de medios venales, a tantos secuaces como le iban a ser necesarios. En efecto, la catástrofe iba a debilitar el régimen, pero la sociedad se iba a debilitar de manera aun más rápida, lo que aseguraba que el régimen seguiría en control.

El diccionario de la Real Academia define ‘hacer mal’ como ‘perseguir a alguien, injuriarlo, procurarle daño o molestia’. En última instancia, no existe otra explicación plausible para lo que ha sucedido en Venezuela.

*Ex ministro de Planificación de Venezuela (1992-1993)