La segunda ola de la pandemia tendrá efectos sobre la salud y la economía todo este año, y por supuesto el próximo. Incluso, cabe esperar una tercera ola. Las medidas sanitarias, de salud pública y las económicas relacionadas a la pandemia son y serán de primera importancia. No solo este y el próximo año. Así serán los próximos cinco años.
Esta dura realidad no la tienen en cuenta los candidatos a la presidencia. En gran parte, creen que la emergencia es solo este año. Quieren desplegar sus ambiciosos planes el resto del mandato.
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El candidato George Forsyth, por ejemplo, plantea remuneraciones mínimas diferenciadas, según el tamaño de la empresa y el costo de vida regional. (“Perú21”, 6.2.21, p. 2).
¿Cómo se administra un régimen diferenciado? ¿Cómo se fiscaliza? ¿Cómo se determina?
Por otro lado, las remuneraciones no dependen de los costos de vida, sino de la producción. Los sueldos salen de la producción. Si se produce lo mismo, ¿de dónde sale para los aumentos? ¿Y si se produce menos?
El año pasado la producción habría caído en 11,36% (El Comercio, 6.2.21, p. 17). No cayó más porque se tomaron medidas de apertura y reactivación.
El Gobierno enfrenta la segunda ola, sin embargo, con nuevas restricciones. Esto creará mayores dificultades económicas. ¿Qué se piensa hacer para reactivar?
La candidata Verónika Mendoza plantea políticas salariales con un enfoque de género, aumentos periódicos de la remuneración mínima. Cree que basta una decisión política, que no tiene nada que ver con la producción.
Mendoza también propone ampliar el crédito a pequeñas y medianas empresas. ¿De dónde saldría ese dinero? ¿De un decreto?
Además, quiere crear una banca de fomento para el desarrollo. Tuvimos banca de fomento en los 70-80 y ocasionó pérdidas por US$500 millones en ese entonces.
La candidata de Juntos por el Perú también habla de control de tasas de interés. Como si las tasas pudieran depender de la voluntad política y como si intervenirlas no tuviera efectos sobre el mercado del crédito. Ya tuvimos control de tasas, y fue un desastre.
El candidato Julio Guzmán, por su parte, daría prioridad en el primer año a las obras de beneficio inmediato a la población, como agua potable. Esta es de las pocas ideas de algún candidato, que podría caber en un programa de reactivación de la economía.
Yonhy Lescano ofrece legislar para impulsar los contratos laborales estables a media jornada y/o estacionales. No está mal el objetivo, pero “legislar” no puede ser una oferta de un candidato presidencial.
Propone, entre otras cosas, incentivos tributarios a quienes contraten personas entre 55 y 65 años. “Incentivos tributarios” significa privilegios y perforaciones en los ingresos tributarios. Administrar eso, además, traerá burocracia y complicación.
César Acuña quiere fortalecer al Banco de la Nación “para competir con la banca privada”. Como si la función del estado fuera el negocio bancario. También propone garantías gubernamentales para créditos a las empresas formalizadas. ¡Como si fueran gratis!
En general, se ve que los candidatos (al menos los citados) desconocen cómo funciona la economía y qué cosa se debe hacer para reactivar y atender la pandemia.
Enfrentamos no solo la crisis económica y sanitaria, sino las destructivas bombas que traen los candidatos en sus mochilas.