Ilustración: Víctor Aguilar
Ilustración: Víctor Aguilar
Alfredo Bullard

Cuando escribo estas líneas estoy en Austria, en una competencia de Moot, un torneo como si fuera de fútbol pero en el que los partidos se juegan simulando juicios en los que unos árbitros deciden qué estudiantes presentaron mejor su caso. El Moot de Viena es como el mundial de este tipo de competencias, con más de 360 equipos de las mejores universidades del mundo compitiendo.

He sido entrenador del equipo de la Universidad Católica por varios años. Hemos asistido por casi 10 años a competencias en distintas ciudades del mundo. Al comienzo hacíamos lo que se solía hacer: buscar un hotel. Guiados por una agencia de turismo y por un sistema estatal de número de estrellas, escogíamos la mejor combinación precio calidad que pudiéramos encontrar. Finalmente esos hoteles están sujetos a autorizaciones y regulaciones por los estados de los distintos países.

Pero desde hace unos años cambiamos la estrategia. Comenzamos a usar una plataforma digital que posiblemente el lector ha utilizado: Airbnb. La plataforma funciona como una especie de Uber o Cabify de alojamiento. Propietarios de casas y departamentos ofrecen alojamiento temporal para turistas y visitantes. Los precios suelen ser sustancialmente más cómodos. Las opciones son diversas: desde cuartos hasta departamentos totalmente equipados. Uno puede escoger servicio de limpieza los días que quiera a un costo adicional o simplemente decidir limpiar y tender la cama uno mismo. Como suele haber cocina uno puede ahorrar un buen dinero cocinando.

Estos servicios están, al menos por ahora, desregulados. El Estado no te asegura las condiciones y términos. No hay estrellas asignadas por un ministerio. Lo que uno encuentra son los ránkings y puntajes dados por los propios clientes.

Tendemos a pensar que servicios como Airbnb, Uber, Cabify o Drivi (servicio para poder alquilar vehículos a particulares) están en un mercado distinto a aquel en el que realmente están.

Quien compite con los hoteles no es Airbnb. Quien compite con los hoteles son los dueños de los alojamientos. Airbnb está en otro mercado en el que compite con el Estado para generar confianza a los consumidores, permitiendo que este se acerque a los dueños de casas y departamentos disponibles con más información. De manera similar Uber , Cabify o Drivi no compiten en el mercado de transporte privado o alquiler de autos.

Sin duda estos esquemas han sido tremendamente beneficiosos para los consumidores quienes, en lugar de guiarse por las estrellas y autorizaciones estatales a los hoteles, se orientan por la información ofrecida en la plataforma misma. Dicha información incluye características detalladas del alojamiento y opiniones de clientes anteriores dadas no por el hotel, sino por la plataforma.

Como bien ha indicado Todd Henderson, profesor de la Universidad de Chicago, estas plataformas están en el mercado de la confianza, en el que compiten, con singular éxito, contra el Estado que trata de hacer lo mismo con sus regulaciones, autorizaciones y normas de protección al consumidor.

La razón por la que el equipo del Moot en que participo ha cambiado de orientación para el alojamiento es la confianza que este tipo de plataformas, cuando son bien manejadas, generan. Hemos mejorado sustancialmente en identificar un servicio que se ajuste a nuestras necesidades y, al hacerlo, estamos ahorrando dinero.

Pero al Estado no le gusta que le compitan. Reclama siempre el monopolio en el mercado de confianza. Un curioso monopolio en el que muchos de los que reclaman más competencia en el mercado privado (como por ejemplo Aspec) no se fijan ni comentan.

Por eso comienzan a aparecer, con distinta intensidad, nuevos intentos estatales de regular estas plataformas sin comprender cómo funcionan y para qué sirven. Y tratan de regularlas como si estuvieran en el mercado del servicio específico y no en el de confianza.

¿Que los servicios que se brindan a través de Airbnb puede ser inferiores que los de un hotel? Puede ser. Y también pueden ser mejores para mis necesidades. Pero en cualquier caso, es el consumidor el que elige pagar más o menos por servicios distintos, algo que la regulación estatal siempre trata de reducir. Y es que el Estado es muy malo para generar confianza. Si no, respóndase esta pregunta: ¿Les confiaría a PPK, los Fujimori, los apristas, a congresistas como Mamani o Ramírez escoger el lugar donde usted se va a alojar?