Martín  Tanaka

Las declaraciones del presidente del Consejo de Ministros,, en Huancayo, el pasado 7 de abril, y al día siguiente en Huancané, han generado cierta discusión, pero vale la pena volver sobre ellas. La extensión de sus discursos, su elocuencia, el relativo candor y la espontaneidad con la que se dirigió al auditorio, parecen útiles para entender mejor algunos de los sentidos comunes que se manejarían desde el .

Como se sabe, en Huancayo, Torres exaltó la figura de Adolf Hitler como artífice de la construcción de Alemania en la “primera potencia económica del mundo”. Se ha criticado el desatino de la exaltación del nazismo, pero no tanto la desacertada concepción de política económica que implica. Torres señaló la necesidad de aumentar el gasto en infraestructura como clave para el desarrollo, sin mencionar que las políticas de aumento del gasto público solo tienen sentido en el marco de políticas que favorezcan el aumento de la inversión y de la productividad en general.

Pero en Huancané, Torres amplió algunas de estas ideas. Criticó la existencia de obras públicas paralizadas y culpó por ellas a “los más capaces, de grandes estudios, grandes consultorías”, responsables de los contratos “con lo que cuales se ha robado”. Señaló que al gobierno actual se le critica por “estar integrado por incapaces”; frente a esto la defensa fue que “si los anteriores fueron muy capaces, ¿por qué hemos heredado una situación de abandono?”. Para Torres, los conocimientos de los “capaces” provendrían en realidad “del marketing, porque estudiaron en tal centro de estudios, pertenecen a la clase alta, a la clase política”. Esos “inteligentes”, “con un micro hablan con soltura porque se han puesto de acuerdo con el entrevistador para decir que son los más capaces” (en otro pasaje calificó a los medios de comunicación como parcializados y “enemigos del Perú”).

Más concretamente, al hablar de la educación, criticó a Jaime Saavedra, sin mencionarlo: “antes existían muy buenos ministros, la educación era una maravilla […] había un ministro que trabajaba antes de ser ministro en un organismo mundial y después volvió […] se decía que debía continuar” en su puesto a pesar de los cambios de gobierno, pero, “en su gestión fue cuando se redujeron las horas de estudio [en realidad, se recuperó la jornada escolar completa], se privatizó la educación [¿?], se estudiaba en escuelitas sin carpeta […] sin techo [¿?]”.

Así, frente a “los capaces” Torres señaló no tener “complejo de inferioridad”. Llamó a no permitir más “ese desprecio de esas clases que nos gobernaron”, que esa gente, “de la más inepta, se consideren los más capaces… esas personas con complejo de superioridad son asquerosas, despreciables, han arruinado a nuestra patria”. Dijo también que “si alguien ha aprendido algo más o tiene más conocimiento, eso no lo coloca por encima de quien no ha tenido la suerte de acceder a la universidad” y, por ello, lo que correspondería es “trabajar conjuntamente”.

Como puede verse, las críticas a malos nombramientos se minimizan apelando al rechazo a una suerte de “argolla” de privilegiados y cómplices del atraso y la corrupción. Se trata de un discurso que logra tener cierta audiencia, porque en efecto nuestro sistema educativo es bastante elitista y restringido, sin duda las oportunidades y el mérito no están suficientemente repartidos en todo el país, y también es cierto que tenemos una pesada carga de problemas del pasado. Pero no es cierto que en los últimos años no exista en el Estado nada que no merezca ser continuado y fortalecido, o que la lógica del borrón y cuenta nueva no implique retrocesos considerables en áreas fundamentales.

El remedio a los males del pasado no está en abandono de la lógica del mérito en el Estado, sino en el fortalecimiento de la educación superior a nivel nacional, de las instituciones y áreas que hacen capacitación, del fortalecimiento de la carrera pública. Y es muy poco es lo que desde el Gobierno se está haciendo al respecto.

Martín Tanaka es profesor principal en la PUCP e investigador en el IEP