Alexander Huerta-Mercado

venía de una familia conservadora y, sin embargo, no le gustaba seguir las normas, ni mucho menos la autoridad. No obstante, por curiosa, le interesó no solo seguir, sino perseguir a un conejo blanco vestido de chaleco y premunido de un gran reloj. Como buen británico, el conejo estaba obsesionado con la puntualidad y, a la vez, estaba tarde, tan apurado que no le prestó atención a Alicia, que lo persiguió llenándolo de preguntas. “¿Cuánto dura ‘para siempre’?”, le preguntó Alicia al apurado conejo. “A veces, un segundo”, le respondió el roedor. Y es cierto, lo infinito puede ser para unos muy corto, pero para quien lo vive, eterno. Hay personas que nos dan el privilegio de vivir el infinito en una fracción de tiempo. Valga esta reflexión para celebrar el en los tiempos intensos que estamos viviendo.

Siempre escribo sobre el simbolismo anual del animal correspondiente al calendario oriental cuando se inicia su período, pero este año no pude hacerlo a tiempo porque los temas se prestaban para escribir urgentemente sobre el período intenso de crisis en el que la represión estatal se ha cobrado un número elevado de víctimas y se percibe una lentitud dramática en las fuerzas políticas para permitir un cambio. Unámonos al mundo oriental para celebrar el Año del Conejo y entendamos el valor de su simbolismo.

Comencemos diciendo que, en la mayoría de las versiones del calendario , se hace indistinto el uso de la imagen de la liebre o el conejo. Si bien ambos animales son de la misma familia, la primera es mucho más grande y no es domesticable, como sí lo es el amable conejo que, según las crónicas, llegó a nuestras tierras mediante la conquista, como parte de la alimentación de los españoles, y fue bien recibido por la población local, pues su crianza no era muy diferente a la de su pariente: el cuy.

Nuestro conejo es un ser paradójico. Es, en principio, inofensivo y quieto, por lo que los magos e ilusionistas lo tienen como su animal favorito para poder sacarlo del sombrero de copa. Sin embargo, tanto él como su prima, la liebre, son maestros del escape que saltan y corren y pueden evadir atacantes veloces como lobos, leopardos o incluso aéreos, como águilas dispuestas a comérselos.

Nuestro conejo ha sido también un ser desesperante. Todo pequeño e inofensivo, come diariamente el equivalente a su tamaño en hojas verdes y ha sido una plaga para el homo sapiens desde que este descubrió la agricultura.

En las mitologías navajo y en muchas tradiciones indígenas norteamericanas, el orejudo ha sido visto como un personaje travieso que invierte el orden del mundo, generando el caos, burlándose de los humanos, demostrando graciosamente que el ingenio vence a la fuerza. Tal ha sido su impacto en el imaginario americano que su presencia traviesa saltó del mito a los dibujos animados con características similares. El gran animador estadounidense Chuck Jones decía sobre la dialéctica entre Bugs Bunny y el neurótico pato Lucas: “Bugs es quien queremos ser, Lucas es quien somos”.

Su consabida fertilidad es lo que lo ha convertido en una plaga y en una metáfora para los programas de control de la natalidad y símbolo de advenimiento de la primavera. Razón por la que, mientras que en este lado del mundo celebramos en Semana Santa la vocación del sufrimiento, en países de influencia nórdica se privilegia a un gracioso conejo de pascua.

Esta combinación depredadora y muy fértil hizo que en Australia las narraciones aborígenes lo asociaran con el colonialismo. En varias narraciones orales y escritas, aparecía el conejo como encarnación del colono británico, devorando los pastos vorazmente y reproduciéndose como una mancha que cubría el continente amenazando a la fauna local.

Héroes traviesos o villanos depredadores, los conejos nos enseñan que los humanos proyectamos en los símbolos nuestras propias pasiones. Creo personalmente que debemos hacer como Alicia, dejar de lado nuestro lento conformismo que tanto daño nos hace y apostar por un cambio. Para ello, tenemos que perseguir a ese conejo blanco que anda persiguiendo al tiempo hacia el país de las maravillas. ¡Feliz Año del Conejo

Alexander Huerta-Mercado es antropólogo, PUCP