“Resulta paradójico que buena parte de los antifujimoristas que siguen apoyando a PPK […] se conviertan en sostén del garante de la libertad de quien se suponía era el centro de sus ojerizas”. (Foto: Archivo El Comercio)
“Resulta paradójico que buena parte de los antifujimoristas que siguen apoyando a PPK […] se conviertan en sostén del garante de la libertad de quien se suponía era el centro de sus ojerizas”. (Foto: Archivo El Comercio)
Fernando Rospigliosi

La escisión del fujimorismo ha dado lugar también a la división del antifujimorismo. Este último grupo sustentaba su aborrecimiento y encono al fujimorismo por los delitos cometidos por Alberto Fujimori cuando fue dictador en la década de 1990, y justificaban su oposición a la candidatura de su hija Keiko porque, decían, ella tenía como objetivo indultar a su padre si llegaba a la presidencia. Y eso, añadían, sería no solo una injusticia, sino un golpe demoledor a la moral del país. 

Y ahora, cuando el presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) ha excarcelado a Alberto y se ha aliado con él y su hijo Kenji, un sector importante del antifujimorismo respalda esforzadamente a PPK, que no solo hizo lo que ellos repudiaban, sino que es el principal garante de la libertad de Alberto

En efecto, si algún organismo internacional ordena al Perú anular el indulto y devolver a Alberto a la prisión, es improbable que PPK acate esa decisión, no solo porque significaría una derrota política sino, sobre todo, porque perdería a un aliado indispensable para su sobrevivencia. En cambio, si el presidente fuera Martín Vizcarra, que no tiene ningún compromiso con Alberto y Kenji, ni es responsable del indulto y que, además, debería su cargo a la oposición, probablemente respetaría la decisión y devolvería al ex presidente a la Diroes. 

Así, resulta paradójico que buena parte de los antifujimoristas que siguen apoyando a PPK, a pesar del incumplimiento de la principal razón por la que lo respaldaron en el 2016, se conviertan en sostén del garante de la libertad de quien se suponía era el centro de sus ojerizas. 

Otro de los argumentos de ese sector del antifujimorismo es que si Vizcarra llega a la presidencia, Keiko tendría influencia en su gobierno. Esa es una posibilidad, ciertamente, pero no les interesa lo que ya es una realidad aquí y ahora, la alianza entre PPK, Alberto y los kenjistas. En verdad, es casi imposible encontrar a algún antifujimorista de ese sector criticar o siquiera mencionar esa alianza, o tocar con el pétalo de una rosa a varios de los impresentables que se han subido al vehículo ppkausa, a los que antes vapuleaban –con razón– sin contemplaciones. 

En síntesis, se puede concluir que no era cierto que este sector antifujimorista tuviera como centro de su hostilidad a Alberto Fujimori y su liberación porque, ocurrido eso, respaldan abiertamente al que lo hizo e implícitamente al propio Alberto

Este sector del antifujimorismo es en realidad antikeikista y ahora eso ha quedado en evidencia. 

Un argumento que usan con frecuencia para justificar su defensa de PPK es que todos los últimos presidentes están embarrados por igual y que todos eran repudiados mayoritariamente por la ciudadanía. Eso no es exacto. 

Ni Alejandro Toledo, ni Alan García, ni Ollanta Humala tuvieron durante sus mandatos acusaciones de corrupción tan contundentes, con tantas evidencias, como las que afronta PPK. Hoy día se sabe mucho de lo que hicieron, pero cuando estaban en el cargo eso no se conocía, a diferencia de lo que ocurre ahora. Varios luchadores anticorrupción no son tales, solo pelean contra la corrupción de sus adversarios, pero toleran y apañan la de sus amigos políticos. 

Tampoco es verdad que casi dos tercios de la población demandaran la destitución de sus cargos. Todos tuvieron caídas fuertes de popularidad, pero no se planteaba el reemplazo de Toledo por David Waisman, el de García por Luis Giampietri o el de Humala por Marisol Espinoza. Esa discusión, su intensidad y el apoyo a la vacancia, ampliamente mayoritario ahora, es inédita, nadie se la puede disputar a PPK

Por último, otro argumento de ese sector del antifujimorismo es que un Congreso con tantas manchas como el mismo gobierno no tiene autoridad moral para vacar a PPK. Si así fuera, no podríamos tampoco permitir que ningún delincuente sea atrapado, acusado, sentenciado y puesto en prisión, dado que los operadores del sistema de justicia –policía, fiscalía, Poder Judicial y sistema penitenciario– tienen tantos defectos y están tan mal considerados por la opinión pública como el Congreso. 

En verdad, todas parecen más bien coartadas que se explican porque en realidad ese antifujimorismo es más bien un claro antikeikismo. Todo lo que sea oponerse a Keiko y su partido es válido, incluso respaldar al dictador de los 90 y su protector PPK. Así, resulta ahora que para ese antifujimorismo, quien encarna la década de 1990 no es quien realmente gobernó, sino su hija. Y tampoco es un asunto de ADN –“hijo de ratero es ratero también”, como dijo PPK en la campaña–, pues Kenji tiene los mismos genes y es ahora su nuevo héroe.