(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Luis Millones

De acuerdo a un diario local, antes del Mundial el ‘Tigre’ Gareca recibió una extraña petición de un fervoroso hincha que, vistiendo hábitos talares, cabello largo y barbas, le dijo: “Profesor, le ruego que me deje ver las prácticas, le prometo que no voy a grabar nada ni le daré información a la prensa”. Sorprendentemente, Ricardo Alberto Gareca Nardi autorizó la presencia de tan peculiar personaje en los entrenamientos.

David Chauca Quispe no se perdía los entrenamientos, y se había convertido en una figura visible para el público y para los propios jugadores. La prensa ya lo había bautizado como el 'Hincha Israelita', que de alguna forma reemplazaba a un grupo de curanderos, brujos o hechiceros que aparecían tumultuosamente cuando había partidos importantes, o bien en las infortunadas presentaciones de la selección en sus intentos por participar en los campeonatos mundiales.

El nombre o apodo periodístico aludía a la religión practicada por David, que es uno de los miles de seguidores de la Asociación Evangélica de la Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal, fundada por Ezequiel Ataucusi Gamonal (1918-2000).

Mi primer contacto con este culto fue a través de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. La Universidad Peruana Unión, entidad privada afiliada a dicha iglesia, tuvo la gentileza de invitarme a dar un ciclo de conferencias. Ahí construí una relación amical con personas que recordaban el paso de Ataucusi por esa religión, que resultó de vital importancia para la creación de su propia iglesia. Quienes han estudiado a los israelitas del Nuevo Pacto Universal agregan a esta influencia el tiempo que Ezequiel estuvo cerca de la Iglesia Evangélica Pentecostal del Perú, pero es indudable que su afiliación adventista fue más larga y le dio el manejo de la Biblia.

A lo largo de su prédica, Ataucusi citaba pasajes del libro sagrado que ahora constituyen artículos de fe para sus seguidores. Uno de ellos es Jeremías 25:11-12, en el que Javeh anuncia: “Será reducida toda esta tierra a pura desolación, y servirán estas gentes al rey de Babilonia setenta años”. Ataucusi interpretó esto como 7.000 años que ya se habían cumplido, cuando vio en el cielo la frase: “El tiempo ha llegado, será hecho”, lo que resultaba ser un favor divino a los nuevos israelitas.

Esta no fue la única visión del profeta, que luego devendría en mesías reencarnado. Otros contactos con la divinidad le habrían permitido ver en el techo de su cuarto una estrella suspendida y, en cierta ocasión, un pez gigante lo habría rescatado del peligro de ahogarse.

Pero el éxito de los israelitas se asentó también en la incursión de los creyentes en el área amazónica, donde reclamaron tierras para colonizar. Esta iniciativa coincidió con la llegada al poder de Juan Velasco Alvarado en 1968. La propuesta política de Velasco involucraba reivindicaciones sociales de importancia para la población mayoritaria, creando espacios de divulgación de los problemas que aquejaban al país, dando voz a los sectores campesinos.

Es explicable, entonces, que la gente de Ataucusi, al encontrar en su doctrina la condición de “elegidos” y la promesa de una tierra libre de las iglesias pecadoras, se volcase a lo que, desde otro ángulo, se llamaron “fronteras vivas”, es decir, la Amazonía. Fue también la época en que la migración ya existente, dirigida a Lima, se hizo incontenible y crecieron los “conos” que finalmente hacen de esta ciudad una de más de diez millones de habitantes.

Desde una perspectiva estrictamente religiosa, el surgimiento de los israelitas era novedoso, ya que en parte su doctrina apelaba al sentimiento nacionalista, haciendo énfasis en el carácter “extranjero” de los otros cultos cristianos. Los católicos, o las diversas iglesias protestantes, tenían su centro en el exterior, mientras que los seguidores de Ezequiel eran peruanos que se reconocían como descendientes de los incas, reivindicando con ardor el pasado andino a partir de su propia interpretación histórica con la misma libertad con la que entendían los versículos de la Biblia.

No era la primera vez que la sociedad andina se apropiaba de elementos cristianos para reescribir su pasado. El 10 de noviembre de 1811, Pedro Alanya, un joven de 18 años natural de la estancia de Pomachacra, convocó a los pobladores de Lircay (en el actual departamento de Huancavelica) para tomar por asalto la iglesia y celebrar misa, siguiendo el mandado de Santiago Apóstol, de quien Pedro proclamaba ser su “pongo” (que en este caso significaba servidor o, en sentido amplio, “el que habla en su nombre”). El sacristán, indignado por tan heterodoxo reclamo y asustado por la multitud, envió un mensajero al párroco, quien no demoró en pedir auxilio al capitán encargado de la zona, que al mando de soldados y milicianos rechazó a la multitud de creyentes y apresó a 60 de ellos.

La presión por celebrar el rito cristiano a la manera indígena siguió por un tiempo, y aunque finalmente se disolvió el movimiento, el joven Alanya –que hacia el final se presentaba como el propio Santiago– nunca fue capturado.

Muerto Ataucusi en el 2000, hubo más de un desconcierto con respecto a la sucesión o incluso a la posibilidad de resurrección, pero los fieles finalmente superaron estos problemas y su culto cruzó fronteras. Hoy en día hay israelitas en diversos países latinoamericanos y también en Norteamérica.

No sé si David Chauca ha tenido visiones (que no son extrañas entre los israelitas), en su caso reveladoras de los futuros éxitos de la selección peruana. Pero estuvo en Rusia y se unió al entusiasta grupo de compatriotas que se mostró en el exterior vivando al equipo blanquirrojo. Y aunque en estas semanas no hemos podido evitar el despliegue publicitario de cualquier producto autoproclamándose “hincha”, hay que recordar que también los rivales pueden tener ayuda divina.