Bienvenidos al timón, por Carlos Adrianzén
Bienvenidos al timón, por Carlos Adrianzén
Carlos Adrianzén

Para quienes acceden al Poder Ejecutivo, los primeros meses otorgan impecables y populares comodines (“el culpable es el gobierno anterior”, “acabamos de llegar”, “no nos pueden pedir nada si no nos dan facultades legislativas”, etc.). A estas justificaciones políticas se les llama, también, los primeros aires de una administración. Para los recién llegados, todo es novedoso (aunque no necesariamente en los hechos). 

Pasado este período, el escenario transita hacia un ambiente gradualmente más complicado. De hecho, al grueso de electores ya no les importará mucho si la economía global se contrae drásticamente o si el deterioro que dejó el gobierno anterior todavía afecta negativamente la economía. 

Sobre este último punto, es sugestivo que una de las primeras escaramuzas de la actual administración ocurriera entre el ministro de Economía entrante y el saliente. Más allá de los dimes y diretes, es muy poco probable que el déficit fiscal y el de la cuenta corriente se dejen de deteriorar o se equilibren, o que los influjos de capitales foráneos se reactiven positivamente este año. En realidad, estas mismas interrogantes se ubican todavía en el centro de cualquier análisis prospectivo del 2017. 

De hecho, el próximo año estará marcado tanto por el grado de contracción de los flujos globales de comercio e inversiones así como por la lucidez con la que el Ejecutivo haya hecho uso de las amplias y libérrimas facultades legislativas. Pero eso no es todo, los días de campaña no son tan lejanos pero no faltará quien exija que se cumpla con lo ofrecido inmediatamente. Acá no ayuda que, cuando rogaban por votos durante la elección, los entonces candidatos ofrecieran casi de todo. 

Recordemos iniciativas que planteaban reducir un punto porcentual del IGV cada año, renegociar contratos del gas para satisfacer el mercado interno (exista o no exista), captar masivas inversiones para dar valor agregado a las exportaciones de cobre, repatriar capitales, promover la formalización de las pequeñas y microempresas, rescatar financieramente compañías públicas prestadoras de servicios y estimular la negociación colectiva. Esto además de satisfacer generosamente compromisos con el personal de las Fuerzas Armadas y la policía, con los deudos de las víctimas de las violaciones de derechos humanos y con el Sutep.

Bueno pues, ya están en el gobierno y el primer aire se les acabó. Ahora se les exigirá que mejoren la situación económica del país y que cumplan con esos compromisos y algunas decenas de otros más. Es muy tarde para culpar al ‘brexit’ o a la ineptitud del gobierno anterior (y también muy temprano para achacar la culpa a Donald Trump). La administración de Pedro Pablo Kuczynski será responsable de lo que ocurra, así que sería muy útil aclarar la siguiente interrogante: ¿cuáles son los márgenes de este gobierno?

Suponiendo que están atados a un Congreso fujimorista (que debe entender que el fracaso de los ppkausas los arrastrará a ellos también) y que enfrentan a una oposición manipuladora y agresiva, apostar a flotar con un crecimiento anual mediocre de 2% o 3% no será un gran negocio. Si no crecen mucho más, no podrán reducir la pobreza en forma significativa y activa, se desvanecerá gradualmente la reaparición de la clase media y el tufillo de ‘régimen fracasado’ los ubicará en el rango de gobierno oscuro o mediocre que nos endeudó cuanto pudo y trató de elevar los impuestos a los mismos de siempre.

Pero además, crecer 2% a 3% por año requerirá de un escenario global estable que hoy muy pocos predicen y un razonable comportamiento del Frente Amplio (un supuesto que resulta aun más inverosímil).

No obstante, el nuevo gobierno tiene márgenes para hacer la diferencia. Hizo muy bien Carlos Rodríguez Pastor en recordar que hoy se dibuja la suerte del Perú para los próximos 25 años (la mediocridad retroalimentará mayor mediocridad). Pero también hizo bien el presidente Kuczynski cuando planteó en la reunión con empresarios en el foro APEC que la prioridad de su gobierno debe ser el aumento drástico del comercio exterior. 

Hacerlo no es cuestión de discursos y acuerdos comerciales. Se requiere más mercado, menos impuestos y regulaciones, destrabar generalizadamente inversiones privadas y reinventar el aparato estatal, depurándolo y simplificándolo. Como diría Winston Churchill: sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas. Y nótese: el otro camino (flotar hacia abajo) producirá mucha más frustración (y con ello más sangre, sudor y lágrimas). El futuro otra vez está en nuestras manos.