(Foto: Difusión)
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Igualdad de género no quiere decir que mujeres y hombres sean iguales; significa reconocer que tenemos los mismos derechos, que debemos tener acceso a las mismas oportunidades y no ser discriminadas. El género es un concepto cultural; el sexo es biológico y es allí donde están las diferencias.  

Sin embargo, esas diferencias biológicas se trasladan a otros campos. Así, está estadísticamente comprobado que, en el mundo, las mujeres ganamos menos que los hombres en un mismo trabajo. Un artículo reciente de la periodista Sarah Kliff presenta las diferencias salariales entre hombres y mujeres. En Estados Unidos las mujeres ganan el 79% que los hombres; en el Japón el 73% y en Dinamarca la brecha salarial llega al 15%. Ya no se debate si existe la brecha salarial sino más bien por qué existe.  

Kliff recoge una interesante tesis del economista de Princeton Henrik Kleven, quien, usando data de Dinamarca, uno de los países con estructuras sociales más robustas, comprueba que las mujeres somos “castigadas” cuando tenemos hijos. Demuestra que la brecha salarial aumenta cuando damos a luz, pues los salarios femeninos se reducen por tener hijos. Ello ha sido corroborado por Claudia Goldin, profesora de Harvard, usando data norteamericana. Kleven sostiene que, si es madre, al final de su vida laboral la mujer recibirá un 20% menos de remuneración que el hombre. De la misma manera, en un estudio similar, Marianne Bertrand de la Universidad de Chicago concluye que al empezar la vida laboral existe una brecha entre hombre y mujer; pero que se profundiza luego de 9 años de carrera, cuando la brecha puede llegar a ser 60%. Esto indica que la mujer es penalizada laboralmente por ser madre. 

Hay varias razones para ello: muchas mujeres empiezan a buscar trabajos donde haya flexibilidad laboral para estar con los hijos y con ello muchas veces sale de su línea de carrera; los empleadores ven a la mujer con hijos como una persona que no va a tomar en serio el trabajo como el hombre o la mujer sin hijos; hay un patrón cultural que castiga a la mujer con un menor salario si tiene hijos, pues, por ejemplo, se supone que una madre no puede realizar labores que la obliguen a viajar a menudo, dado que socialmente esta sigue teniendo la responsabilidad de los hijos. Por ejemplo, el descanso posnatal puede llegar en los países nórdicos a ser de un año y considerarse muy importante para las mujeres que tienen hijos, pero castiga aun más a la mujer, pues aumenta la brecha salarial futura alejándola del trabajo por largos períodos. En el Perú, el período de descanso prenatal y posnatal es descontado para el cómputo de utilidades.  

Sin embargo, ya hay esfuerzos orientados a fomentar la participación de las mujeres en el mundo ejecutivo. Hay fondos de inversión que hoy invierten en empresas manejadas por mujeres o que tienen mujeres en sus directorios. Así, el fondo de Paridad de Morgan Stanley invierte en empresas que tienen cuando menos tres mujeres como directoras y cuentan con políticas favorables a ellas. Empresas manejadas por mujeres como PepsiCo, IBM, Oracle, Lockheed Martin y Sopas Campbell son un ejemplo de ello.  

Las mujeres hemos avanzado…, pero continúa siendo insuficiente y parcial.  

Aun así, hay claras ventajas que las mujeres tenemos y debemos saber aprovechar: escribo desde Iquitos donde 14 mujeres nos conocimos hace solo tres días. Hemos conversado sobre hijos, amores, trabajo y, sobre todo, nos hemos reído juntas casi sin conocernos. Ahora seremos inseparables. ¿Podrían los hombres hacer algo así? ¡Realmente lo dudo!