El “callejón oscuro” de la informalidad, por Jürgen Schuldt
El “callejón oscuro” de la informalidad, por Jürgen Schuldt
Jürgen Schuldt

Recordemos el cruel “juego” que de colegiales encontrábamos muy divertido y que consistía en escoger a algún compañero considerado nerd o debilucho al que obligábamos a correr entre dos filas para maltratarlo; lo que, más allá de algún moretón, no terminaba en mayores. Más peligrosa resulta esta práctica del callejón oscuro cuando la ejercen adultos en los más diversos ámbitos, para lo que basta observar la presente campaña presidencial. 

Aquí nos interesa su aplicación al tramado que se ha formado en torno a nuestros micro y pequeños empresarios (mypes) que constituyen buena parte de nuestra economía informal y en la que esta variedad de “apanado” es común en varias ramas. Un caso típico es el de los artesanos del calzado que son encajonados entre dos fuerzas. Por el lado de la oferta del cuero en bruto, lo adquieren de la curtiembre que monopoliza su espacio y que les fija el precio del insumo a su antojo. Y, por el lado de la demanda, los productores de calzado se enfrentan a un monopsonio (mayorista único) que les paga precios irrisorios y donde también la coerción se impone sobre el libre mercado.

El ejemplo presentado también se da en segmentos de la producción artesanal de muebles, confecciones, licores, joyas y llega hasta distantes campesinos paperos y ganaderos. Incluso, un conocido empresario recientemente electo congresista relataba un caso aun más dramático, aludiendo a 250.000 mineros informales “trashumantes” que explotan el oro de vetas andinas y que es “gente que está a expensas de ser explotada por todo el mundo. Los explotan los que venden insumos, los explotan en los precios cuando les compran, los explotan en todo momento. Ellos generan todo el mineral y todo el mundo se les prende como sanguijuelas”. 

Estos cientos de miles de microproductores viven permanentemente subordinados dentro del callejón oscuro armado por los dos monopoderes mencionados. Proceso que está directamente relacionado con la baja productividad de las mypes, a pesar de la eficiencia con la que usan los escasos recursos de que disponen, incluidas las mayores horas de trabajo y la autoexplotación a la que se tienen que someter. Por lo que el margen de ganancia del pequeño empresario resulta mínimo o nulo, debido a lo cual esos productores de calzado, oro, ropa y demás, no tienen posibilidad alguna para ampliar su capital, equipo y capacitación, tan esenciales para aumentar la productividad. 

¿Alguna solución? Más que crear apresuradamente un nuevo organismo y más burocracia como pretenden los partidos en pugna, tales como la “Agencia de Desarrollo Productivo” (Elmer Cuba) o el “Banco o Fondo Minero” (Pedro Olaechea), parece más conveniente que las pymes informales (mineras y de otras ramas productivas) se incorporen a la auspiciosa red descentralizada de Centros de Innovación Tecnológica (CITE) del Ministerio de la Producción. 

Así, para el caso de la explotación “clásica” del oro (la aluvial requiere políticas más complejas), debería aprovecharse el CITE privado de minería y medio ambiente precisamente en pleno proceso de implementación, acreditado por el Centro Tecnológico Minero (Cetemin). Desde ahí a las mypes se les garantizaría precios adecuados en la compra de insumos y la venta de los minerales, acceso al crédito, incentivos tributarios, capacitación y tecnología adecuadas, entre otras ventajas que poseen las demás CITE (cacao, vid, madera, confección y moda textil, software, entre otros). Avanzar por esta ruta sería un primer gran paso para lograr su desarrollo y formalización, marcando el inicio del fin del oscuro callejón de incertidumbre y explotación al que están expuestas actualmente.