A fines de 1985, en el clímax del gobierno aprista, Alan García bordeaba el 90% de aprobación. Corría la historia de que a los “compañeros” que lo felicitaban les respondía –con la astucia que siempre tuvo– que no había nada que festejar, que cuando se llega a la cumbre solo viene la bajada.

Casi 35 años después, Vizcarra llega a una encrucijada parecida y con una aprobación similar.

Cada historia es diferente. En esta, más que en otras, y parafraseando a Antonio Machado, no hay camino, se irá haciendo al andar. Ahora bien, agregaba el poeta: “...al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se habrá de volver a pisar”. Esto último se puede leer de muchos modos. Uno de ellos, que en los caminos del poder, la soberbia es mala consejera; que si en esa ruta actúas con prepotencia, tus posteriores pasos estarán irremediablemente afectados.

Aplica, como anillo al dedo, a Fuerza Popular en los años en los que caminaron por el Congreso. Pero nadie está inmune. De no vacunarse a tiempo, podría muy bien afectar, también, a los gestores del 30 de setiembre.

En el breve camino andado, Vizcarra ha logrado mantener las riendas firmes del país.

Influye que no habrá, al parecer, decisiones prontas del Tribunal Constitucional. Ese retraso, sea cual fuese la decisión que se tome luego, contribuye a una indeseable provisionalidad en la vida democrática. Tratar de evitar un pronunciamiento sería aún más perturbador.

Veamos, entre tanto –y hasta entonces– cómo se viene configurando el nuevo escenario.

En cuanto a los opositores al cierre del Congreso, hay que separar la paja del trigo. De un lado el fujimorismo; y, del otro, diversas voces independientes, críticas al desenlace.

Los primeros están en problemas. Los segundos serán un problema para Vizcarra.

No esperaba mucha capacidad de respuesta de Fuerza Popular, aun así me llama la atención la implosión política que experimentan. No hubo la anunciada resistencia a ser desalojados, ni ningún gesto valiente. Salvo una manifestación poco concurrida, las calles continuaron indiferentes. Alejados de los Pasos Perdidos, andan como pato turulato.

Sus principales problemas. Uno: los denunciados sienten que el piso se desvaneció a sus pies y actúan con manifiesta desesperación. Dos: hipotecaron su liderazgo en el Congreso a Olaechea y fugazmente a Araoz. La última abandonó el barco y el segundo no sabe bien qué quiere hacer. Tercero: parecen divididos entre participar o boicotear las elecciones del 2020.

El trigo, a saber, las voces influyentes a las que aludí, es un tema mucho más delicado. Expresan una opinión, hoy minoritaria en las encuestas, pero son influyentes y muchos de ellos respetables. Por eso, cuando sostienen que se violó la Constitución y, algunos, que se ha configurado un golpe de Estado, no deben ser ninguneados. No sé si el tiempo les dará la razón o no; pero que haya voces importantes que desconozcan la legitimidad pos-30 de setiembre es un hecho de la mayor significación.

Vizcarra tiene otras dificultades. No tiene ahora al Congreso como ‘punching ball’ para conseguir aplausos y la gente espera demasiado de su gobierno.

Tiene muchos frentes abiertos. Todos sensibles y urgentes.

Entre los problemas más acuciantes están la recuperación económica, la inseguridad ciudadana y el manejo de conflictos sociales. Este último puede tornarse aún más difícil de lo que está siendo. Véase, nomás, cómo en Ecuador puede arder la pradera de un momento a otro.

Además, en el camino a las elecciones de enero del 2020, hay mucha incertidumbre.

Vamos con los mismos “partidos” que produjeron el desastre el 2016. Las reformas políticas no serán aplicables en esta elección. No sabemos qué impacto tendrá en la calidad de sus miembros el que sea un Congreso solo para un año y medio. Tampoco conocemos el efecto en los electores de lo ocurrido en estos años, en los que se descubrió que la corrupción fue una causa compartida por los políticos, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha.

Finalmente, no duden que lo peor de la política tratará de reinventarse. Baste un ejemplo: Yeni Vilcatoma ya visitó a Antauro Humala y admitió que tiene coincidencias importantes con el asesino de cuatro policías.

Yeni sostiene que en el 2021 ella será la presidenta del bicentenario.