En el campo de Azincourt, por Luis Carranza
En el campo de Azincourt, por Luis Carranza
Redacción EC

La mañana del 25 de octubre de 1415 las tropas inglesas se encontraron con las tropas francesas en el campo de Azincourt, al norte de Francia. Las tropas inglesas venían disminuidas luego de las fuertes bajas en la Batalla de Harfleur y, según algunos historiadores, la diferencia en el número de hombres a favor de Francia era de 6 a 1.

Ante la enorme desigualdad y la muy probable derrota, ¿qué cree, estimado lector, que le dijo el rey inglés, Enrique V, a sus tropas antes de la batalla? ¿Acaso se refirió al ejército inglés como el ejército de la “vacas flacas” y al francés como el de las “vacas gordas”? ¿Acaso dijo que la suerte se había acabado en Harfleur y que ahora los vientos soplaban en contra? Muy por el contrario, el memorable discurso de Enrique V fue una muestra de liderazgo, unidad, trascendencia histórica y sobre todo un ejemplo de cómo infundir confianza a sus tropas. Frases como: “El que derrame su sangre en este día será mi hermano”, “desde hoy hasta el final del mundo seremos recordados”, “no queremos más hombres para no compartir la gloria”, entre otras, demuestran la fuerza del liderazgo que, con una buena estrategia militar, llevaron a la victoria a las tropas inglesas.

Lamentablemente, este gobierno todavía no comprende la importancia del liderazgo político y de infundir confianza en los agentes económicos. El cuarto paquete reactivador es, como los anteriores, un tímido esfuerzo por corregir lo que se hizo mal, mezclando impulso a demanda y algunos cambios que intentan ser estructurales, pero que en realidad no generarán mayor impacto ni sobre las expectativas de corto plazo, ni sobre el potencial de crecimiento de largo plazo de la economía peruana.

Este paquete fue precedido días antes por anuncios del propio ministro de que estamos con el viento en contra, pero lo peor vino casi simultáneamente con el paquete: la carta del presidente de la República al presidente del , en que le reclama por un aumento de sueldos. En términos de institucionalidad, esto es una gravísima intromisión sobre las decisiones del directorio del BCR (no de su presidente) y que daña la imagen del país y la confianza en las instituciones.

No especularemos sobre las razones que tuvo el mandatario peruano para hacer esto, pero sí quiero resaltar tres temas que ha levantado el BCR en los últimos meses y que supongo deben incomodar al gobierno. 

El primero tiene que ver con la llamada de atención sobre el exceso de regulaciones, trabas burocráticas y falta de gestión pública como principales factores de la caída de inversión, lo que a su vez explica la actual desaceleración. 

El segundo es la proyección de crecimiento en el último reporte de inflación, estimándose que la inversión pública no crecería este año, mientras que en la última proyección del se estimaba que la inversión pública crecería 8,3% durante el 2014, ¿cómo pueden tener tales distinciones con algunas semanas de diferencia y estando tan cerca de fin de año? Con estas cifras, el ratio de inversión pública sobre el PBI seguiría por debajo de la cifra de 5,9% alcanzada en el 2010. ¡Serían cuatro años de oportunidades pérdidas por menores obras públicas! 

El tercero, finalmente, es el informe sobre los precios internos de combustibles que aparece en el mismo reporte de inflación (pág. 123). Allí se señala que desde agosto del 2013 existe una brecha entre el precio de referencia del y el precio de Petro-Perú. Esta diferencia, para el gasohol de 84 llegaba a 32% al 15 de octubre, es decir, según cálculos del propio BCR, el precio de las gasolinas podría reducirse en S/.2. Esto implica en términos anualizados S/.566 millones que gastan los consumidores en exceso. ¿Esta es la estrategia para que la Refinería de Talara sea “rentable”? ¿Aplicarnos a todos los peruanos un impuesto escondido a través de precios internos más altos que los precios internacionales para financiar una mala idea?

En esta batalla contra la desaceleración y el bajo crecimiento nos parecemos más al ejército francés que al inglés, con enormes recursos y una gran fortaleza fiscal, pero sin liderazgo, sin confianza, sin cohesión y sin ideas.