Señor presidente:

Le escribo desde la discrepancia –es obvio–, pero con el respeto que, como demócrata, le debo a la luz del artículo 110 de la Constitución: personifica usted a la Nación. Parto por reconocer su mérito de haber llegado a la primera magistratura en circunstancias harto adversas, no solo electorales, también biográficas. Sé que no tiene voluntad ni incentivos para hacerlo, pero, sinceramente, lo mejor para usted mismo es renunciar. Sus detractores me acusarán de ingenuo y sus (cada vez menos) seguidores, de golpista y peores cosas. Pero, como decía un antiguo mentor y sabio consejero, más vale un final horroroso que un horror sin fin.

El pronto final de su gobierno tal vez califique de horroroso, pero su continuación será un horror peor. Y peor también su caída. Su gobierno es una desgracia, sobre todo para el pueblo, para quien dice usted estar gobernando. El Estado Peruano se cae a pedazos (9/4/22). Las cosas son más difíciles para las empresas… Es verdad. Pero, ¿es ese su mejor intento de legado histórico? Ni la humanidad ni país alguno han avanzado así, porque esa visión es un error moral y conceptual. La mentalidad de la escasez o suma cero lleva al enfrentamiento, pues asume que la riqueza no se crea, sino que toda ganancia es arrebatada a otro (24/4/21). En cambio, la mentalidad de la abundancia o suma positiva asume que las conexiones y la colaboración producen nuevos conocimientos y técnicas que facilitan la transformación del mundo y disparan lo que la historiadora económica Deidre McCloskey llama “el gran enriquecimiento” (13/3/21), que es inclusivo, transversal y generalizado cuando no hay mercantilismo (nuestra gran tarea pendiente).

Mire cuán enfrentado está el Perú; en parte, debido a su gobierno. Un verdadero líder une. Lamento hacerle ver que usted no lo está siendo y ya es muy tarde para corregir “mediante un nuevo Gabinete de ancha base”, a despecho de lo que personas respetables y bienintencionadas le han dicho recientemente. Ellos hacen como que le aconsejan y usted como que les hace caso. Pero mire las encuestas: la gente no quiere ni cree que se mantenga usted en el poder. Tampoco que la solución sea una nueva Constitución. No niego que tal vez consigan manipular los conflictos sociales para instalar esa narrativa, siguiendo el modelo chileno –que, en realidad, no es sociológicamente comparable y donde, además, ahora resulta que la nueva Carta podría ser rechazada en referéndum–, pero aun así no valdrá la pena quedarse.

Quienes le susurran que ese es el camino y que concentrando poder a través del proyecto autoritario de sus socios políticos podrá usted perpetuarse, como han logrado hacerlo caudillos populistas en países hermanos, le están vendiendo una idea fantasiosa. Que en Cuba o la República Dominicana hayan prosperado tiranías por varias décadas no hace viable un intento así en nuestro país. Con todas nuestras genialidades y complejidades, hemos confiado en caudillos y dictadores, sí, pero no por mucho tiempo. Los gobiernos más extensos han durado apenas 11 años (Leguía y Fujimori). Y mire cómo terminaron ambos: uno muerto indignamente en prisión y el otro camino a exactamente lo mismo. Mire cómo ha reaccionado la gente contra usted y su gobierno en estos nueve meses. ¿Va a lograr usted convencer o someter a la mayoría que no lo aguanta más? ¿Cómo? Nadie le hace caso. Usted decreta toque de queda y la gente sale a protestar. Los dirigentes populares le piden en su cara que se vaya (Huancayo) o lo pifian (Cusco). Alcaldes (Moche) y comandos militares se permiten hacerle desplantes en público. No es usted respetado ni querido. Solo le queda entonces recurrir al miedo. Cuanto menos lo quiera la gente, más duro tendrá que ser. Y, a su vez, cuanto más duro sea, mayor será la reacción final en su contra al cabo de, en el mejor de los casos,… 11 años, según la historia.

“Quien te quiere ayudar te dice la verdad; quien no, te dice lo que quieres oír”, dice el economista afroamericano Thomas Sowell. Al parecer, sus asesores están en lo segundo. Renunciar no será fácil, pero, a la larga, peor será quedarse. Se lo digo con buena fe y con humildad. Total, no pierde nada pensándolo. ¿O sí?

Gonzalo Zegarra Mulanovich es consejero de estrategia