¿Cheque en blanco para Keiko?, por Jürgen Schuldt
¿Cheque en blanco para Keiko?, por Jürgen Schuldt
Jürgen Schuldt

Si Keiko llegara a la presidencia, considerando que cuenta con mayoría parlamentaria, nombra ministros y propone a los responsables de los organismos más críticos del país (BCR, Indecopi, Sunat, Contraloría), nuestro régimen político amenaza convertirse en una “democracia delegativa” (DD).

En América Latina este peculiar espécimen, que el politólogo argentino Guillermo O’Donnell añadió a la tipología tradicional de las democracias, tradicionalmente surge por la precariedad institucional. 

Esta “delegación” del poder es atribuible a la debilidad de los partidos políticos y los poderes Judicial, Legislativo y Electoral, incluidas las deficientes burocracias y gobiernos regionales. Desinstitucionalización que se ha ido materializando en términos de inseguridad ciudadana, narcotráfico, corrupción, informalidad.

En los términos de O’Donnell, una DD “consiste en constituir mediante elecciones competitivas una mayoría que faculta a alguien para convertirse [...] en la encarnación y el intérprete de los altos intereses de la nación. A menudo, las DD utilizan recursos como la segunda vuelta electoral si en la primera vuelta no se produce una clara mayoría. Esta mayoría debe crearse para respaldar el mito de la delegación legítima [...]. Después de la elección, los votantes (quienes delegan) deben convertirse en una audiencia pasiva, pero que vitoree lo que el presidente haga”.

En tal sentido, el régimen político “se basa en la premisa de quien sea que gane una elección presidencial tendrá el derecho a gobernar como él (o ella) considere apropiado [...]. El presidente es considerado como la encarnación del país, principal custodio e intérprete de sus intereses. Las políticas de su gobierno no necesitan guardar ninguna semejanza con las promesas de su campaña” y, dado que la DD es “una democracia no institucionalizada, se caracteriza por el alcance restringido, la debilidad y la baja intensidad de cualesquiera que sean las instituciones políticas existentes. El lugar de las instituciones que funcionan adecuadamente lo ocupan otras prácticas no formalizadas, pero fuertemente operativas, a saber: el clientelismo, el patrimonialismo y la corrupción”. 

Por añadidura, “la DD otorga al presidente la ventaja aparente de no tener prácticamente rendición de cuentas horizontal y posee la supuesta ventaja adicional de permitir una elaboración de políticas rápida, pero a costa de una mayor probabilidad de errores de gran envergadura, de una implementación arriesgada y de concentrar en el presidente la responsabilidad por los resultados”. 

Estamos avisados: esta “nueva especie” de régimen democrático de corte delegativo que amenaza resurgir en el país cierra toda esperanza para transitar sin tropiezos a una democracia representativa. Porque –afirma O’Donnell– se sabe que su actuación “obedece al despliegue de una manera de concebir y ejercer el poder que se niega a aceptar los mecanismos institucionales, los controles, los debates pluralistas y las alianzas políticas y sociales que son el corazón de una democracia representativa”.

En fin, frente al continuismo extractivista como modelo económico a seguir durante el próximo quinquenio, ese que nos ofrece la dupla de la que surgirá el ganador del 5 de junio, es bastante más conveniente que no le dejemos un cheque en blanco a la candidata que tendría el control total de todos los resortes del Estado. 

Mejor opción parecería ser el candidato que sí tendrá que firmar su cheque al portador y estará obligado a recurrir a garantes que lo obligarán a negociar, concertar, cumplir y formar coaliciones a falta de una mayoría congresal.