Cincuenta sombras de Urresti, por Mariella Balbi
Cincuenta sombras de Urresti, por Mariella Balbi
Mariella Balbi

De un día para otro, la política nacional viró su atención a una persona que pasaba desapercibida en la escena pública: Daniel Urresti. Incluso cuando realizaba el trabajo contra la minería informal y a pesar de lo fundamental que es este problema, no era alguien gravitante en las decisiones del Ejecutivo. Es más, si bien cumplió un papel activo en la lucha contra este flagelo que depreda el Perú, cuando se midieron los resultados y resultaron poco exitosos cuantitativa y cualitativamente, no se le cargó el fracaso a Urresti. 

Tiempo después Hernando de Soto sacó a la palestra el tema y criticó duramente el fracaso en la formalización minera. Poco o nada dijo al respecto el siempre locuaz Daniel Urresti, quien en buena cuenta fue el que puso en práctica ¿diseñó? la estrategia de formalización minera. A quien le cayó con todo fue al ministro del Ambiente, Manuel Pulgar Vidal.

Urresti, ya lo hemos escrito, es una persona trabajadora, hiperactiva, con ‘boquilla’, usa la jerga, recurre a la sorna cuando quiere ‘bajar’ a alguien y suele lograrlo. Es expresivo, emotivo y sincero. En siete meses en el cargo de ministro del Interior sabemos de su vida más que la de cualquier ministro de Estado. Si es chancletero, si es cinéfilo a morir, aspectos de su vida personal que causan –aunque sus detractores (que no son pocos) no lo admitan– simpatía hacia este ministro tan garrulo y comunicativo.

Tanto así que en el programa “Panorama” se hizo un debate público a favor y en contra de Daniel Urresti entre ciudadanos de a pie. Una señora dijo: “Además es un hombre guapo, tenemos muchas cosas en común y me gustaría reunirme con él para conversar”. Toda una admiradora.

A estas ‘sombras’ de Urresti habría que agregar también las que perciben sus acérrimos críticos que es figuretti, asunto sobre el que ha declarado el ministro señalando que a él no le molesta el término, a su esposa y sus hijas sí. También que es incompetente y que poco hace por la seguridad ciudadana, su obligación. Esta –qué duda cabe– se incrementa. Igualmente se le pide cifras en este punto que aún no son exhibidas. Si esto ocurre, prepárese para un encendido debate.

Probablemente, con su omnipresencia en los medios, uno de los objetivos del ministro que está en todas es transmitir, seguridad, protección. Sin embargo, todo en esta vida puede volverse un búmeran. Ya los agraviados por el asesinato de sus seres queridos, el robo en lugares públicos, los asaltos varios se dirigen expresamente a Urresti para inquirir dónde está lo que prometió. El reclamo ciudadano suele convertir a las promesas incumplidas en palabras huecas que decepcionan e irritan.

Otra faceta que le cuestionan a Urresti es la del político. No solo se ha convertido en el operador político más importante del régimen, sino también es presidenciable. Sus detractores sospechan que actúa coordinadamente con el servicio de inteligencia, siendo protagónico para las cortinas de humo que cada vez son más.