“Clásico es envidiarte”, por Pedro Canelo
“Clásico es envidiarte”, por Pedro Canelo
Pedro Canelo

La vida es eso que te sucede mientras va a un Mundial y no. Hemos despedido a trece técnicos de selección desde 1997. En ese mismo tiempo los sureños han clasificado a tres Copas del Mundo. Botamos entrenadores, cuestionamos dirigentes, ampayamos futbolistas y, mientras tanto, ellos viajaron a Francia 98, Sudáfrica 2010 y Brasil 2014. Los vecinos viven en perenne festejo, con sus pasaportes repletos de sellos y nosotros allí tristes, estancados en el purgatorio de los eliminados eternos, mirando hacia el suelo y dando vueltas por los corredores del Estadio Nacional.

Cada derrota de una selección peruana nos viste con un inoportuno traje de detective. Cual Sherlock Holmes futbolero, repetimos videos en el más doloroso de los automatismos para encontrar culpables. Hace veinte años era el serbio Popovic y sus matemáticas del autoengaño, hace una década el gol imposible de Andrés Mendoza y hoy la expulsión de Christian Cueva. A Oblitas le dijimos ‘tía’, a Maturana lo culpamos de ‘versero’ y a Markarián le cambiamos el apodo de ‘Mago’ a ‘Vago’. En paralelo, a solo cuatro mil kilómetros, Chile agasajaba a sus técnicos con largos contratos (Nelson Acosta estuvo cinco años y Bielsa cuatro) y adoptó un estilo de juego. No fueron perfectos, pero se equivocaron menos y no repitieron el error. Aprendieron.

De todo lo manifestado en caliente y en frío, una verdad que debemos escribir en paneles gigantes la ha escrito el arquero Claudio Bravo en sus redes sociales: “Para llegar a un Mundial hay que hablar menos y actuar más”. Toma, Perú (y sóbate). Lo dice un jugador que estuvo en Sudáfrica y hace poco en Brasil. Dedicado para los que quieren revivir la Batalla de Arica en cada partido con Chile, para los que gritaron afuera del hotel y durante los himnos pero que se entregaron al mutis cada vez que Eduardo Vargas llegaba con el balón al área de Gallese. Antes de alistar tomates para la próxima visita del capitán chileno, mejor escuchemos el consejo. Bravo, Claudio.

En este clásico del Pacífico el compadre exitoso es Chile. Medallistas olímpicos, campeones de la Copa América, solo uno de sus jugadores (Arturo Vidal) puede valer más que todo el once titular de Perú. Medirnos y compararnos con ellos es un ejercicio innecesario de autocompasión. Ya sabemos que en el fútbol ellos son mejores y que unos ladridos en la tribuna de un estadio no harán nunca que un balón entre al arco rival. Es importante el aliento, hacer sentir la localía, pero es absurdo pretender que con eso alcanza para marcar a Alexis Sánchez o para evitar una gambeta de Valdivia. Asimilemos esa desventaja para crecer, mirémonos y aceptemos esa realidad adversa, así caigan al suelo los pedazos rotos de nuestro espejo interior. Tranquilos: el pisco seguirá siendo peruano.