Cocinando a fuego lento, por Fernando Rospigliosi
Cocinando a fuego lento, por Fernando Rospigliosi
Fernando Rospigliosi

Parece que la estrategia de la oposición fujimorista, por lo menos en esta primera etapa, será cocinar a fuego lento el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski. Eso revela la decisión de pasar primero por la Comisión de Constitución y luego por diez comisiones ordinarias el pedido de delegación de facultades que ha planteado el primer ministro Fernando Zavala.

Lo usual, en períodos anteriores, ha sido someter a votación en el pleno del Congreso el requerimiento del gobierno y aprobarlo sin más trámite. Ahora se tomarán su tiempo y harán desfilar a los ministros, nuevamente, por largas sesiones en el Parlamento. Eso ya ocurrió hace poco, cuando tomando como motivo o pretexto la necesidad de que los ministros informen el estado en el que encontraron sus sectores, luego del desastroso gobierno de Ollanta Humala, los sometieron a prolongados interrogatorios en la comisiones congresales.

En realidad, no solo se trataba de exhibir y destacar los errores del gobierno anterior, sino de demostrar fuerza, poder, y, en algunos casos, tratar de intimidar a los ministros, de someterlos, de recordarles que su suerte no solo depende de la voluntad del presidente de la República sino también del Congreso, es decir, de la mayoría fujimorista.

Eso ha ocurrido desde el primer día, cuando en un gesto notorio e inusual de descortesía se negaron a aplaudir el mensaje inaugural de PPK y cuando pusieron en duda el voto de investidura a Fernando Zavala, solo como un gesto de amedrentamiento, porque era evidente que no podían negárselo.

Esa parece entonces que será la tónica en el futuro inmediato. Es probable que terminen aprobando las facultades delegadas, quizás recortando en algo el paquete propuesto por el gobierno y reduciendo el tiempo que tendrá el Ejecutivo para promulgar los decretos legislativos de 120 a 60 días.

En suma, es todo lo que puede hacer por ahora la oposición fujimorista, teniendo en cuenta que, de acuerdo con las encuestas, la mayoría de los ciudadanos no está de acuerdo con ese comportamiento que algunos ya denuncian como obstruccionista, y que la popularidad de PPK y el gobierno no cesa de aumentar: más de 60% según Ipsos y GfK y 65% según la más reciente de Datum.

El asunto es: ¿Qué harán si esos niveles de popularidad no se mantienen en los próximos meses? ¿Cómo se comportarían los fujimoristas si las cifras caen a 50%, 40% o menos como ha ocurrido en extensos períodos de anteriores presidentes?

El gobierno, aunque por ahora parece estar en las nubes disfrutando de sus altos niveles de aprobación, tampoco puede ser tan ingenuo para no darse cuenta de que depende, mucho más que sus antecesores, de sus niveles de popularidad, dada su minoría absoluta en un Congreso dominado por una oposición que se mostrará menos colaborativa de acuerdo con la evolución de las encuestas.

Y eso crea un problema que puede convertirse eventualmente en una espiral descendente. Muchas veces se requiere tomar medidas impopulares para desanudar problemas, decisiones que rendirán sus frutos a mediano plazo. Eso lo hace un gobierno fuerte y con convicciones, que está dispuesto a sacrificar algunos puntos en las encuestas hoy para mejorar la situación mañana, lo que a su vez le redituará una mayor popularidad.

Pero si PPK, por la fuerza de las circunstancias, se ve constreñido a no tomar medidas que puedan ser momentáneamente impopulares para cuidarse del efecto que eso podría tener en un aumento de la agresividad de la mayoría del Congreso, no podrá realizar las reformas que el país requiere y que el mismo candidato se comprometió a hacer en la campaña electoral.

Ese es uno de los dilemas más urgentes que tiene ahora el gobierno y que, como se mencionaba la semana pasada en esta columna, probablemente no se ha discutido seriamente porque no existen instancias que definan la estrategia política. A PPK, como a otros presidentes y líderes políticos, le encanta la informalidad, porque eso le permite mayor libertad para hacer lo que quiere. Si existiera un organismo, comité político o como se llame, expresamente establecido, que discuta y tome decisiones que luego tengan que cumplirse, sentiría su poder restringido. Y no quiere eso. Una importante limitación para un gobierno que en algún momento se verá asediado.