Conciliación, no reconciliación, por Hugo Guerra
Conciliación, no reconciliación, por Hugo Guerra
Hugo Guerra

La situación es inequívoca: gane o pierda la presidencia, gracias a su mayoría absoluta en el Congreso el fujimorismo controlará en gran medida al Perú de julio del 2016 al año mítico del bicentenario de la independencia, 2021.

Confrontados a esta realidad, revisemos cómo contribuir a la futura gobernabilidad: 

Ante todo, subrayemos que Keiko Fujimori no es igual que su preso padre; sus congresistas han sido elegidos por voluntad ciudadana y no por Vladimiro Montesinos. De allí que, salvo en la percepción de jóvenes con sesgada memoria histórica e inexperiencia en la auténtica lucha por la democracia, resulta tan injusto sentenciar a la aspirante presidencial por su sola herencia paterna, como es desorbitado sostener que su eventual gobierno implicaría redimir los delitos del fujimontesinismo.

Pero así como el odio político (que muchos tendríamos derecho a acreditar) no debe inducir a la ingobernabilidad, tampoco puede forzarse el olvido público de los graves daños infligidos a la renaciente democracia de 1990 al 2000. Múltiples heridas institucionales siguen sin cicatrizar y el trauma de la corrupción no ha sido superado, por ello desde ahora mantengámonos meticulosamente vigilantes.

En la mirada crítica incluyamos igualmente a aquellas facciones de la izquierda fratricida que hoy sutilmente justifican con sofisticados alambiques el terrorismo de Sendero Luminoso y el MRTA. Si realmente queremos garantizar la gobernabilidad futura, es urgente denunciar a sus herederos ideológicos, malamente reciclados en falaces defensores ecologistas y traficantes de los derechos humanos, cuando persisten en hablar con cinismo de “los años de la violencia política”, en vez de condenar la barbarie. Confrontémoslos, asimismo, como mendaces inescrupulosos cuando intentan erguirse en la nueva “conciencia democrática” a partir de resultados electorales que, al analizarse, demuestran pura cáscara y nada de nueces. 

Pongamos en el radar, asimismo, a aquellos intelectuales enmascarados que siguen preconizando una imposible “reconciliación” con los asesinos comunistas bajo la premisa de que de 1982 al 2000 “todos fuimos por igual culpables” del drama nacional. Eso jamás lo aceptemos porque terminaría abriéndole las rejas a Abimael Guzmán y sus secuaces.

Entre tanto, en la vigilancia no excluyamos la candidatura de Pedro Pablo Kuczynski. Él tiene méritos suficientes para pretender la presidencia nacional; lo acompaña, además, un puñado de líderes y tecnócratas respetables que podrían tender puentes con otros sectores, sea desde el gobierno o desde una precaria oposición. Pero son demasiados los ‘ppkausas’ que no han pasado por los cernidores de la estrategia política, de la trayectoria impoluta de la gestión pública e inclusive de la decencia personal. Estos son, sobre todo, quienes por su populismo y reyertas indecorosas pueden forjar la propia derrota electoral e, inclusive, propiciar el escenario de un conflicto absurdo con el fujimorismo al punto de hacer ingobernable al país.

A un mes de la segunda vuelta, políticos y ciudadanos de a pie trabajemos, entonces, por la conciliación, no por una seudorreconciliación. Hagamos, así, los mejores esfuerzos por superar la historia funesta para encontrar puntos de encuentro entre los sectores democráticos (entre los cuales no se cuentan los marxistas), para que la república peruana se fortalezca y no vuelva a ser víctima de insensatos programas de demolición.