(Ilustración: Rolando Pinillos)
(Ilustración: Rolando Pinillos)
Claudia Cooper

El presidente aseguró que “este año será el inicio del cambio de curva de la economía peruana”. Por otro lado, el apuntó que “se observa una recuperación de diversos indicadores de la actividad económica, el consumo y la inversión”.

Estas declaraciones reflejan las cifras positivas que nuestro país viene experimentando desde el segundo semestre del 2017. En marzo crecimos casi 4%, y abril proyecta un crecimiento de entre 5% y 6%. Detrás de estas cifras hay realidades macroeconómicas y sectoriales que valen la pena destacar. El crecimiento está basado en la demanda interna y no en una mayor producción primaria, lo que es bueno porque crece el consumo (lo que hace perceptible el crecimiento a la población) y crece la inversión (lo que lo hace sostenible en el tiempo).

La inversión pública muestra ya tres trimestres consecutivos de crecimiento, liderados por el sistema invierte.pe, cuyo crecimiento promedio el último año fue de aproximadamente 25% (cabe destacar que dicho crecimiento se alcanzó manteniendo un control de cierre de brechas y sin relajar criterios para un adecuado monitoreo de las inversiones). Las cifras de abril y mayo son especialmente valiosas, ya que revelarían que la Ley 2408 (que sustituyó al D.U. 003) habría evitado la parálisis de la inversión luego del evento del ‘club de la construcción’.

Asimismo, la inversión privada retomó el crecimiento luego de más de 3 años de caídas. Mérito aun mayor si se considera la conmoción política que el Caso Lava Jato trajo para el desarrollo de la infraestructura en nuestro país.

La inversión minera viene siendo un punto clave en este desempeño y eso también es producto de buenas políticas públicas. El proyecto Michiquillay (el primero desde el 2011) se adjudicó exitosamente gracias a una adecuada lectura del mercado, la ampliación de Toromocho será realidad gracias a una buena gestión en la habilitación del terreno necesario para su desarrollo y Quellaveco nos dará la satisfacción de materializarse. Queda pendiente ponernos de acuerdo en la mejor forma de atraer inversión privada en infraestructura, algo en lo que permanecemos atracados.

La importancia de la inversión radica en su impacto sobre el crecimiento de largo plazo, pero también sobre la generación de empleo, que parece seguir el dinamismo de la demanda interna. Así, según la información de la planilla electrónica, el número de trabajadores dependientes habría crecido en 2,2% en marzo, respecto al año anterior. La incorporación mensual de casi 30 mil nuevos afiliados en las AFP abona en la misma dirección.

El sector construcción también se acelera, gracias a la reactivación de la inversión y del empleo, junto a las efectivas medidas implementadas en el sistema de inversiones en saneamiento y en los programas de vivienda y su financiamiento.

El comercio exterior alcanza nuevos récords. Las exportaciones tradicionales crecen por encima de nuestros pares regionales gracias, en gran medida, a acciones destinadas a facilitar el comercio internacional. Mientras las importaciones estarían reflejando el dinamismo en el consumo, especialmente el durable. El sector financiero también crece, liderado por el crédito hipotecario y de consumo.

Y esto a pesar de la delicada situación política y de restricción fiscal. El Perú se acostumbró en los últimos 20 años a vivir sin restricciones presupuestarias. Hoy el reto es crecer con equilibrio fiscal y consolidar la inversión privada como principal motor del crecimiento. La situación fiscal es delicada, aunque el ritmo de ingresos viene siendo más que alentador. Y es que junto al dinamismo económico internacional y local se han acelerado reformas. La administración tributaria viene redireccionando su gestión a aumentar los rendimientos por cada acción de fiscalización y así evitar recurrir a medidas recaudadoras que inhiban la competitividad del país.

En cuanto al gasto corriente, se adoptaron medidas para parar su crecimiento. Desde el 2011 este pasó de 13,6% del PBI a 15,8% en cuatro años, para luego descender a 15,3% en el 2016 y mantenerse ahí, a pesar de haber atendido las demandas salariales de fuerzas armadas, policías, maestros, jueces, fiscales y personal de salud.

Hoy las estadísticas nos muestran que estamos en una alentadora fase de recuperación. Y estas no son fruto únicamente del favorable entorno internacional, sino son resultado de una intensa y efectiva coordinación entre los sectores y poderes del Estado.