"En las últimas semanas, ambos espectros de la polarización política han echado mano de sus medios preferidos para ensuciar nuevamente la crispada arena del debate y la información pública". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"En las últimas semanas, ambos espectros de la polarización política han echado mano de sus medios preferidos para ensuciar nuevamente la crispada arena del debate y la información pública". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Juan José Garrido

En “La ciencia de las ‘fake news’”, David Lazer y otros definen a estas como aquella “información fabricada que imita el contenido de los medios de comunicación en la forma, pero no en el proceso o la intención de la organización”. Es decir, son piezas de información que procuran lucir reales, tanto por la forma (imitan a aquellas producidas por medios informativos) como por los canales (se publican en espacios que remedan los formatos periodísticos). Y si, para los lectores y audiencias, es difícil reconocer la farsa detrás de estas, ¿qué podemos decir de los medios tradicionales que se abocan a publicar noticias tendenciosas y embusteras?

En las últimas semanas, ambos espectros de la polarización política han echado mano de sus medios preferidos para ensuciar nuevamente la crispada arena del debate y la información pública. A un lado se ha parapetado la ultraderecha, mercantilista y decimonónica, para vendernos una vez más el cuento de la izquierda ‘terruca’, aupada bajo un supuesto complot palaciego basado en la publicidad estatal (en nuestro caso, tan solo equivalente al 3%). Sin mucha prueba, mancillan a los medios independientes con dicha monserga. ‘Fake news’ vía medios que se venden como tradicionales con el fin de dañar la reputación del periodismo independiente.

Al otro lado de la polarización, donde destaca esa izquierda anacrónica y regresiva, las cosas tampoco van mejor. Artículos de opinión firmados por periodistas de la casa son usados después para vender humo en portada y editoriales. Prefieren negar la carga probatoria que aceptar el descrédito de sus protegidos. Vuelan en pedazos los principios elementales del periodismo y, quién sabe, algo de reputación; pero qué importa: todo sea por instaurar su visión de las cosas, publicando con intenciones políticas.

El problema a ambos lados del espectro es el mismo. A saber, existen distintas desviaciones (sesgos) en el periodismo; entre ellos, el llamado “periodismo partidario” o “de trinchera”, aquel en el cual la tendencia es a publicar información que sirva a favor de un determinado partido o corriente política. De ahí que la vara con la que miden a sus enemigos y protegidos sea desigual, y no tengan problema en usarla.

Ante ello, los medios independientes, que buscan brindar información veraz sin censuras de algún tipo, tienen un enorme reto a fin de desmarcarse de estas trampas, día a día. Por supuesto, esto no quiere decir que un medio debe carecer de principios, ni abocarse a la defensa de estos. Pero es necesario que los lectores estén informados de ello.

En El Comercio, una larga tradición periodística e informativa ha privilegiado la verdad y el servicio al país, y lo seguiremos haciendo, guste o no a los bandos de esta pugna. Nuestro deber es con los lectores y la verdad, y seguiremos trabajando en dicha línea, sin importar colores, doctrinas ni argollas.