¡Dejémonos de tonteras!, por Hugo Guerra
¡Dejémonos de tonteras!, por Hugo Guerra
Hugo Guerra

Ya es hora de dejarnos de tonteras: la candidatura de César Acuña Peralta debe quedar sin efecto. Permitir que se mantenga es una indecencia porque vulnera todos los criterios morales, éticos y legales que deben dar fundamento al sistema democrático.

Las evidencias de plagios que abarcan desde el logotipo de su universidad, la tesis doctoral y un libro apropiado de un honesto profesor suyo son clamorosas. Lo mismo que los cuestionamientos a sus grados básicos de licenciatura. Y frente a ello, la respuesta de Acuña es despreciable, no muestra el menor arrepentimiento, tampoco da señales siquiera de entender la magnitud de las faltas y delitos probables.

Peor todavía, con desvergüenza total su asesor Luis Favre ha lanzado un spot (copiado de otra campaña en Brasil, según denuncia pública) comparando a Acuña con Martin Luther King, para dar el mensaje más despreciable que se pueda alcanzar a una nación digna: que si el gran luchador por los derechos de los negros estadounidenses y premio Nobel plagió, entonces hacerlo no es censurable.

Ese raciocinio es basura pura porque corresponde a la mentalidad de un sujeto que pretende presentarse como paradigma del empresario popular exitoso, vuelto cacique y ahora altanero contendiente por la presidencia. Pero su ausencia de valores viene de antes: seductor de menores (algo que un auténtico maestro no podría hacer con su discípula), maltratador de mujeres (allí están los testimonios de su esposa), extorsionador de voluntades políticas (allí también están los videos de cuando ocupó cargos municipales y de gobernación en La Libertad), patancito dentro de su universidad que manejó como chacra (según pruebas de muchos profesores y alumnos) y falsario ideológico que va por las regiones pactando imposibles a diestra y siniestra con cuanta organización local se encuentra, a cambio de ganar votos aunque tenga que comprarlos con su ‘plata como cancha’.

Igualmente perverso es el mensaje de la ‘raza distinta’ porque un fundador de universidades, un doctor (aunque fuese impostado), debería haber entendido que científica y académicamente la raza humana es una sola y que las etnias son subespecies. Pero en su mensaje, la ‘raza’ es una herramienta para remover lo peor del concho de las tensiones sociales, para enfrentar a los peruanos por el color de la piel y por su clase social de origen. 

Y lo terrible es ver cómo personajes distinguidos, desde Beatriz Merino hasta Anel Townsend y Marisol Espinoza, han terminado plegándose a esta posición enfermiza. ¿Pura decadencia? Y lo del pastor Humberto Lay, falso santón del Congreso, es grotesco: incluso ha comprometido a su grey evangélica pasando por aguas tibias los pecados más públicos de Acuña. De Luis Iberico igualmente esperábamos moralidad política de alguien que en su momento se jugó por la democracia.

Acuña debe ser expulsado de la política peruana. Su ‘raza’ –léase: su desfachatez– no puede imponerse en una nación digna. Y no deberíamos esperar la decisión académica de la Complutense, porque debería bastar que un pleno extraordinario del Jurado Nacional de Elecciones (JNE), la fiscalía y el Tribunal Ético Electoral lo aparte por unanimidad y lo procese penalmente. Solo eso le devolvería dignidad a estas elecciones ya tan manchadas por gente despreciable como este aventurero.