El desorden de su nombre, por Patricia del Río
El desorden de su nombre, por Patricia del Río
Patricia del Río

En momentos en que escribo esta columna la candidata de Fuerza Popular debe estar pensando cómo concederle la victoria a Pedro Pablo Kuczynski. Las cifras no mienten y por eso estamos en condiciones de afirmar que, una vez más, la señora Keiko Fujimori perdió las elecciones presidenciales por una nariz. La nariz en el 2011 se parecía más a la de Pinocho: Keiko Fujimori perdió frente a Ollanta Humala por 447.057 votos. Hoy Keiko estaría perdiendo frente a PPK por una nariz respingada: hay una diferencia, más o menos, de 50 mil votos.

¿La distancia se acortó? Sí, pero no le alcanza. Siendo justos, tenemos que decir que los fujimoristas han hecho su trabajo, han consolidado su presencia en el interior, han trabajado de manera cohesionada en el Congreso. Keiko, sin duda, ha sido la candidata más aplicada; sin embargo, la herencia de su padre sigue siendo el gran obstáculo con el que pelea en campaña. 

Y acá está la cuadratura del círculo que Keiko no logra resolver: los fujimoristas creen que se merecen una oportunidad y los antis consideran que ni siquiera se han ganado el perdón por los pecados cometidos en los 90. Los fujimoristas juran que han cambiado, los antis no les creen nada. Los fujimoristas se esfuerzan por presentar a Keiko como alguien que actúa con independencia de su pasado, los antis se encargan de recordarle hija de quién es.

Más allá de quién tenga razón, que para efectos prácticos da lo mismo, no podemos negar que cuando uno escucha los apellidos de Keiko (Fujimori-Higuchi) no puede dejar de evocar una década de enfrentamientos que su propio nombre representa. Fujimori evoca el lado represor de nuestra historia e Higuchi el lado de las víctimas. Porque más allá del rol que hoy Susana Higuchi juegue en la candidatura de su hija, resulta imposible olvidar lo que, en su momento, simbolizó.  

¿Quiere esto decir que se acabó el futuro político para Keiko Fujimori? No lo creo. Con más de setenta congresistas Keiko tiene la oportunidad de oro de demostrar que el Perú está antes que la venganza y, sobre todo, puede probar con hechos, muy concretos, que hay un nuevo fujimorismo que no está reñido con la democracia. Si la primera fuerza del Congreso decide tomar ese rumbo, es posible que en el futuro Keiko Fujimori Higuchi logre superar el desorden de su propio nombre y que su liderazgo logre independizarse de esa genealogía que hasta hoy, justa o injustamente, la condena.