El deterioro institucional, por Roberto Abusada Salah
El deterioro institucional, por Roberto Abusada Salah
Roberto Abusada Salah

La confusa actuación de los entes electorales respecto del actual proceso de elecciones generales no es más que una manifestación circunstancial y de relativa menor importancia de un peligroso deterioro institucional que sufre el país, y que tiene íntima correspondencia con muchos de los males que hoy preocupan a los peruanos.

Desde 1991, en que Douglas North despertó el interés de los economistas poniendo el foco de atención en las instituciones como determinantes claves del progreso de las naciones, han surgido innumerables esfuerzos por tratar de entender cuáles, entre las muchas instituciones formales o informales de una sociedad, son las que en efecto tienen mayor poder explicativo en el aumento de la productividad, el crecimiento, la competitividad y, en definitiva, todos aquellos elementos que usualmente asociamos con el progreso económico y social. Pero, como explicaba hace pocas semanas Richard Webb en estas páginas, el hecho de tener tantas explicaciones para el progreso es como no tener ninguna. Viene a la mente aquello de que si tienes un reloj sabes qué hora es, pero si tienes dos nunca estarás seguro. 

El propio Adam Smith en “La riqueza de las naciones” (1776) identificó a las instituciones como condiciones indispensables para el progreso y, desde entonces, economistas en todo el mundo han considerado innumerables factores institucionales y su importancia relativa. Resulta evidente que al asignar prioridades al interior del aparato institucional, es necesario considerar el momento histórico y nivel de desarrollo en que un país se encuentra. 

En un país en guerra o carente de niveles elementales de salud o educación entre sus habitantes, resulta más fácil señalar aquello que tiene que remediarse antes de aspirar a un mínimo de bienestar.

Luego de que la revolución industrial disparara el crecimiento sostenido en Inglaterra primero, y en otros países de Europa después, se señaló a la innovación como la causa principal del progreso. Pero para la primera mitad del siglo XX fue la inversión en capital físico aquello que se consideraba primordial en el progreso. 

De hecho, el Banco Mundial se creó bajo esa premisa. Países como la Unión Soviética eran vistos como poseedores de una enorme ventaja al poder dirigir centralmente el ahorro y la inversión –inmediatamente después de la independencia de la India en 1947, su primer ministro Nehru se empeñó en imitar al modelo soviético–.

El extraordinario crecimiento y progreso del Perú de los últimos 25 años, y su fracaso en aprovecharlo para pasar a otro estadio superior de desarrollo, ilustra de manera clara sus carencias institucionales. 

Al Perú no le ha faltado estabilidad macroeconómica; ha podido invertir hasta el 30% de su PBI, y dentro de esa inversión han venido incorporados innovación, nuevos métodos productivos y una más eficiente organización de la producción. Sin embargo, hoy crecemos muy por debajo de aquel crecimiento potencial que mejores instituciones harían posible.

Esta es la razón por la cual el Instituto Peruano de Economía (IPE), en anticipación de las próximas elecciones, inició en febrero la publicación semanal de diagnósticos y propuestas para contribuir al debate electoral. En su segunda entrega se discute el tema institucional, y analiza información comparativa de la calidad institucional.

En el diagnóstico institucional que se hace en distintos foros y organizaciones privadas comprobamos con preocupación un retroceso institucional que ha ocurrido, paradójicamente, en medio de la abundancia de recursos de un Estado que debió promover su fortalecimiento. 

Según la evaluación de instituciones en 140 países que compila el Foro Económico Mundial (FEM), el Perú ocupa el puesto 116 y el último lugar entre sus pares de la Alianza del Pacífico y Brasil. Lo más saltante que muestran estas evaluaciones es el deterioro institucional ocurrido desde el reporte del FEM 2010 hasta el último reporte publicado en el 2015. 

El IPE compara el retroceso institucional en cada categoría evaluada con el mejor puesto obtenido por el Perú en los últimos cinco años. Comprobamos que en Derechos de Propiedad retrocedimos 8 lugares; en Ética y Corrupción, 26; en Influencia Indebida, 9; en Seguridad, 12 y en Eficiencia del Gobierno, ¡44 posiciones!

Otros organismos nos ofrecen similar información que también señalan deterioro institucional, sea este en términos de índices de la efectividad del gobierno que reporta el Banco Mundial, o en percepciones de corrupción que reportan el Latinobarómetro, Proética o Transparencia Internacional.

Todo apunta a la monumental tarea que deberá enfrentar el próximo gobierno.